Palestina: «El trabajo en la tierra es una forma de resistencia y lucha contra la ocupación»
Samah Abu Naam es representante de la Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC) de Palestina. Como presidenta de una cooperativa de mujeres, Samah trabaja en la producción de alimentos ecológicos junto con diecisiete mujeres más, con quienes desarrolla labores de sensibilización, formación y ofrece recursos y herramientas para que las palestinas puedan incorporarse al mundo laboral a pesar de la ocupación.
Battir (en la gobernación de Belén), situado entre valles de cultivo de olivos y viñas en terrazas escalonadas, es la aldea con el sistema de riego más antiguo del mundo. Su belleza paisajística y cultural fue reconocida por la Unesco en 2014 que la declaró patrimonio de la humanidad. Es aquí, en Battir, donde nació Samah.
Nos cuenta de primera mano cómo la gestión del agua, mediante una compleja red de manantiales, canales y terrazas, ha sido fundamental para sostener la vida en Palestina, a pesar de la ocupación y la usurpación israelíes.
Samah cautivó con su coraje y entereza en el encuentro de la Escuela Feminista de La Vía Campesina, que tuvo lugar a finales del pasado mes de septiembre en Vilarmaior (Galicia), coincidiendo con los bombardeos continuos que perpetra el estado de Israel en El Líbano, cobrándose la vida de más de quinientas personas en apenas unas horas, incluyendo al líder del partido Hezbolá, Hassan Nashrala, icono de la resistencia para el pueblo palestino.
En el encuentro nos habló de la importancia de la labor de la Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC), organización integrante de La Vía Campesina, que ofrece servicios a miles de campesinos y campesinas y conduce la restauración de tierras y cultivos para protegerlas de la confiscación israelí, además de ser una asociación guardiana de semillas en Palestina.
El papel de las mujeres en la educación, el campo y en los procesos de resistencia, nos recuerda Samah, es fundamental para hacer frente a la ocupación israelí. Uno de ellos es la cosecha de la aceituna, que se da estas semanas y que representa una de las actividades más tradicionales e importantes del pueblo palestino, y que actualmente se encuentra en situación de riesgo debido a los continuos ataques y violencias que sufren por parte de los soldados del ejército de Israel.
Para los movimientos y organizaciones agrarias palestinas, la defensa del agua es clave para la vida y sus cultivos. «Como sabemos, una de las consecuencias más devastadoras es el impacto de las políticas discriminatorias de Israel en el acceso de la población palestina a suministros adecuados de agua», afirma Samah.
Tiene muy claro que el camino para preservar la identidad y autonomía en Palestina es promover la soberanía alimentaria, la agroecología y el uso de las semillas locales.
¿Cómo empezó tu lucha por la defensa del campo en Palestina?
Conocí a la Unión de los Comités de Trabajo Agrícola (UAWC) a través de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas. Ingresé en la UAWC en 2016 como voluntaria. Posteriormente, trabajé en el Comité de Mujeres como coordinadora de proyectos junto con diferentes cooperativas de mujeres.
De ahí, comencé a elaborar propuestas en Battir con el objetivo de crear empleo para las mujeres. Muchas de ellas, formadas, licenciadas y en situación de desempleo porque no pudieron encontrar trabajo en la función pública. Las condiciones en Palestina son difíciles a causa de la ocupación continua. Aun así, llevamos desde 2014 trabajando con mujeres para la producción de alimentos ecológicos. Así estuvimos durante seis años, pero sin formar una asociación reconocida.
Finalmente pudisteis legalizarla, ¿con qué apoyo contáis?
Ya en 2020, tras el covid-19, el mundo, como sabemos, se paró, pero nosotras seguimos gracias al apoyo de la UAWC. Esto propició que se reforzara nuestra cooperativa, dándonos la autorización para crear, de forma oficial y legal, la asociación. Intentan siempre apoyar el desarrollo económico de pequeñas organizaciones de mujeres, en contraposición al sistema neoliberal y la privatización.
La UAWC hace un esfuerzo enorme para consolidar la resistencia del campesinado, defender y proteger sus tierras. A las pequeñas organizaciones nos ofrece la oportunidad de presentar proyectos para que las mujeres campesinas puedan tener ingresos y aliviar un poco su situación, sobre todo en las campañas de cosechas de la aceituna. Apoya nuestra presencia en las tierras y nos proporciona todos los materiales necesarios: abonos, herramientas, equipos de trabajo…
Además, la UAWC tiene un banco de semillas locales con el fin de conservar y salvaguardar la seguridad y la soberanía alimentaria en esta región. Las utilizamos en su temporada y en la estación que requieren. Y también nos ofrecen todo lo necesario para plantar y asegurar el desarrollo, la durabilidad y sostenibilidad de los cultivos de emergencia (en temporada de peligro), para garantizar que salgan adelante.
¿Qué papel tienen las mujeres en la conservación de la identidad campesina?
La mujer es socia y trabaja al lado del hombre, codo con codo, en la producción, la cosecha y en el trabajo integral de la tierra y en todas las etapas de la agricultura. Tiene un papel importante, sobre todo en la educación, además del trabajo en sus hogares. Se ocupa de las tierras y ahora, por ejemplo, en la temporada de la cosecha de la aceituna, toda la familia se traslada al campo, desde los más pequeños hasta los más mayores, para apoyar en las labores campesinas.
¿Esto es lo que llamáis sumud?
Sí, sumud es la resistencia mediante el trabajo de la tierra como forma de lucha contra la ocupación. Un ejemplo de ello es la cosecha de la aceituna, que es sagrada. Lo consideramos como unas «jornadas nacionales», porque es la única forma que tenemos de salvaguardar, ocupar, resistir y existir en nuestras tierras.
¿Cuál es la relación que tiene Palestina con el agua?
¡Ay, el agua! Las fuentes, los pozos, los manantiales representan la vida. Los cinco mil habitantes de Battir podrían tener todo el acceso a estas fuentes naturales, pero Palestina es víctima de la violación del ocupante, que nos roba nuestro bien más preciado. Está secando y sacando el agua de nuestros pozos y la desvía a sus campos con el fin de debilitar nuestros proyectos agrícolas.
Quería hablar de una anécdota que me ocurrió. Como sabéis, Palestina es una zona litoral. La mayoría de las ciudades están bañadas por el Mediterráneo, tenemos el paso del río Jordán por Samaria, además del mar Muerto. Estamos rodeados de agua por todas partes. Pero los israelíes nos impiden acceder a ella, ya sea la del mar o la de los ríos.
Antes de venir, hace una semana, le dije a un colega español, que trabaja en una organización en Jerusalén, que iba a Galicia. Me dijo que comería muy bien. Le pregunté que en qué difería de la comida palestina. Me respondió que comería muy buen pescado, y me preguntó si nosotros teníamos, ¡Claro!, le dije, en Palestina tenemos una gran variedad de pescados, y en casi todas las regiones, pero el ocupante nos ha privado de gozar y comer nuestro pescado. Y ahora que lo pienso: llevo aquí ya cuatro días, ¡y aún no he probado ningún pescado! [ríe].
¿Cómo afecta la agroindustria alimentaria israelí en Palestina?
Los israelíes venden a muy bajo precio, mientras que el producto palestino no puede venderse a bajo precio debido a los impuestos y al coste de manufacturación. No podemos competir con el producto israelí: ni por el alto coste de producción de los nuestros, ni por los elevados impuestos que imponen a nuestros productos.
Si quiero producir cualquier cosa y pasa de una ciudad a otra, tengo que pagar impuestos, ya sea para consumo interno o para fuera. Esta alza de los precios impide que nuestro producto permee en el mercado.
No podemos competir con el producto israelí: ni por el alto coste de producción de los nuestros, ni por los elevados impuestos que imponen a nuestros productos.
Aunque cultivemos productos ecológicos y utilicemos semillas autóctonas, los israelíes emplean técnicas en invernaderos, utilizan semillas modificadas genéticamente, no saludables, pero con mayor capacidad de producción, por lo que se hace imposible competir con ellos.
Frente a la ocupación, los obstáculos que impone el estado de Israel, el genocidio en Gaza…, ¿cómo vive la dimensión emocional el pueblo palestino?
Vivimos en constante tristeza, en una humillación y opresión continua. No hay día en que no nos afecte la situación en que vive el pueblo. En Palestina no hay ninguna casa donde no haya una víctima y sufrimiento fruto de la ocupación y el maltrato al que nos tienen sometidos. Hace 37 años destruyeron la casa de mis padres, hace un año que encarcelaron a mi sobrino; muchas amigas mías están también encarceladas; las amigas de mi hija están en la cárcel. Ya no hay sitio para más heridas. Somos todos futuros mártires.
Vivir todo el tiempo con la sensación de que en cualquier momento podrías morir no es sencillo y se hace demasiado duro. Los nervios, la tristeza, la presión psicológica que sufrimos se hace inaguantable.
Hablas de varios encarcelamientos a mujeres: ¿cómo lo vivís?, ¿se sienten acompañadas de alguna manera?
Desde el 7 de octubre ha habido un aumento exponencial de personas encarceladas. Además, han suspendido los juicios, restringen visitas e impiden cualquier contacto familiar. Tristemente, tenemos muchos ejemplos, como el de la activista e histórica feminista, Khalida Jarrar, de quien pudimos tener noticias sobre las míseras condiciones a las que es sometida en la cárcel. En una detención anterior, en la que estuvo más de cinco años encarcelada, perdió a su hija, sin darle la posibilidad de despedirse de ella.
Hay personas de la UAWC que están encarceladas y viven en celdas de un metro y medio cuadrado, totalmente aisladas.
Se les niega la libertad a muchas personas encarceladas por luchar contra la ocupación israelí. Los familiares llevan más de un año sin saber nada de ellos. Tenemos constancia de que sufren vejaciones y maltratos en las prisiones. Lo vivimos de cerca porque hay personas de la UAWC que están encarceladas y viven en celdas de un metro y medio cuadrado, totalmente aisladas. Menos mal que los abogados (los únicos que pueden visitarles) nos dicen en qué cárceles están y, más o menos, podemos hacer un seguimiento.
¿Qué mensaje te gustaría enviar a las personas que desconocen la situación cotidiana de Palestina?
Solo queremos vivir en paz, tener una vida digna, lejos de la ocupación, del genocidio. Soñamos con olvidar la guerra, llevar una vida normal, igual que quiere todo el mundo. Sueño con ver a los niños y niñas volver a las escuelas, a las mujeres libres, que la gente vuelva al campo y cultivar.
Que pare la destrucción en la Franja de Gaza, en los campamentos de Nablus, de Jenin y de otros tantos. No podemos seguir siendo sometidos a tanta crueldad, violencia y amenazas. Sueño con que mi familia viva en paz, con que Palestina entera sea libre.
Entrevista realizada por Amal El Mohammadiane Tarbift, originalmente publicada por la Revista Soberanía Alimentaria.
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