Brasil: El papel histórico y el conocimiento de las mujeres campesinas en la promoción de la agroecología
¡No se pueden producir alimentos saludables a través de relaciones enfermas!
El trabajo de las mujeres campesinas en la producción agroecológica y en la defensa de los bienes comunes tiene importancia política, social y económica, buscando proyectarse en el protagonismo y la autonomía y como una práctica feminista, principalmente en la construcción del Feminismo Popular Campesino.
Es importante visibilizar estos espacios de construcción considerando que todavía experimentamos relaciones de género en el campo que son jerárquicas, patriarcales y racializadas, fácilmente observables en la vida cotidiana de las comunidades/asentamientos/campamentos. Como encontraron Moura, Marques y Oliveira (2016), en estudios realizados en zonas de asentamiento y otras comunidades, las mujeres participan en la producción agrícola familiar, sin embargo, una fuerte desigualdad de género genera la invisibilidad de este trabajo, mostrando que la división sexual del trabajo permea la organización de la vida en los territorios.
Una de las formas de invisibilizar el trabajo de las mujeres es el concepto de “ayuda”, cuando sus múltiples viajes en el campo, en la cooperativa, en el trato con los animales se consideran sólo como complementarios al trabajo de los hombres, del mismo modo que sus ingresos se entienden como complementarios a los ingresos familiares, es decir, como “ayuda”. A esto se suma el trabajo de cuidado de la casa, el patio y las personas que lo rodean, que sigue siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres de la casa, siendo muchas veces asignada a niñas a edades tempranas, impactando su acceso y escolar, su tiempo para jugar como práctica necesaria para el desarrollo cognitivo y su derecho al ocio y al descanso.
Históricamente, el trabajo de las mujeres jugó un papel esencial en el desarrollo de la agricultura y la naturaleza. Este trabajo abarca desde el cuidado de las semillas, la domesticación de vegetales y animales, el manejo del área plantada, la planificación de ciclos de producción, siembra y cosecha guiada por la conexión con los ciclos de la naturaleza, como las fases de la luna y por las estaciones.
Fueron las mujeres quienes desarrollaron gran parte del conocimiento sobre plantas medicinales, frutales y sus diversos usos en los diferentes biomas, el cual se materializa principalmente a través del cuidado con las semillas, ubicándose como un bien común de interés para la humanidad – “semillas, patrimonio de los pueblos en al servicio de la humanidad”.
Toda esta ciencia fue y es fundamental para el desarrollo de la agricultura, el cuidado de la tierra y la naturaleza, y muchas veces les costó la vida en la hoguera, acusados de brujería. La relación entre las mujeres campesinas, el agua y los bosques con el cultivo de la tierra es antigua. Sus conocimientos y prácticas ancestrales contribuyen a la preservación de biomas, bosques, manantiales y la agrobiodiversidad. Su búsqueda continua de nuevas formas de producir crea un sentido para su producción, para la protección de la diversidad, de los territorios, de los biomas, de las formas de utilizar los bienes de la naturaleza, rediseñados diariamente, dando un sentido comunitario a la vida.
Por lo tanto, para construir la agroecología como un proyecto contrahegemónico al agro-hidro-minero-negocio, es importante apoyarse en este conocimiento histórico de las mujeres, proporcionando no sólo una mirada diferente a la “nueva forma de producir”, sino una nueva forma de ver el mundo, relaciones de género, relaciones laborales, cuidado de la vida y de los bienes comunes, que se ocupa de las formas en que nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza.
En esta construcción, el Feminismo Campesino y Popular se vuelve fundamental, como estrategia de resistencia y proyección de cambios necesarios en las relaciones de género y raciales y en las relaciones productivas y sociales en el campo, entre campo y ciudad, en la comprensión de la interrelación cuerpo-territorio. Para las mujeres, la agroecología es un camino colectivo y viable para preservar los bienes comunes, la vida natural y social. Por eso, continuamos con nuestras prácticas de cuidado ambiental y ancestral, enfrentando día a día la destrucción de la vida.
*Kátia Gomes es del Sector Género y del Plan Nacional Plantar Árboles, Producir Alimentos Saludables del Movimiento Sin Tierra.
**Editado por Fernanda Alcántara
Nota originalmente publicaba en la web del Movimiento Sin Tierra de Brasil.