Sembrar Comida
Para salir, pero también para interpretar la crisis alimentaria, hay “otra vía”, la que lidera la organización internacional La Vía Campesina. Para sus miles de activistas en los cinco continentes, para quienes la dirigen y la apoyan, el diagnóstico, las causas y las formas de superar la crisis son otros, muy distintos a los que señalan los medios dominantes.
Una crisis anunciada, previsible y más profunda de lo que se reconoce: Para La Vía Campesina, la crisis de hoy es sólo la más reciente y tal vez la más masiva de las manifestaciones de una crisis agrícola y alimentaria que sacude al planeta desde hace varios lustros. Y no es que falten alimentos: nunca en la historia se habían producido tantos, además de que hay capacidad para producir comida para el doble de la población mundial actual. Es una crisis de distribución y concentración de los alimentos en beneficio de unos cuantos.
Pero no se reduce a la carestía de la comida. Desde hace tiempo los cerca de tres mil millones de campesinos, la mitad de la población mundial actual, están en una grave crisis. Sus derechos son sistemática y extensivamente violados: son expulsados de sus tierras para dar lugar a plantaciones, agricultura extensiva y proyectos residenciales, industriales, mineros o turísticos. Son empobrecidos y obligados a migrar por los efectos de los tratados de libre comercio. Sus recursos naturales les son despojados o devastados. Y cuando se organizan para defenderse, son criminalizados y reprimidos.
La actual crisis alimentaria, crisis también de los pequeños agricultores, de los indígenas y de los campesinos, no sólo se debe al cambio climático, al uso de grandes extensiones par producir agrocombustibles o al incremento de la demanda de comida en China o India. Se debe, sobre todo, a que ya tocó fondo el modelo agrícola dominante.
El modelo que rechaza La Vía Campesina es el impuesto hace más de 25 años por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a lo largo del planeta, y en particular en los países en desarrollo, con políticas que redujeron o desaparecieron la inversión y el gasto públicos para que los pequeños y medianos agricultores produjeran alimentos. Presionaron a favor de la liberalización de los mercados agrícolas internacionales y del control de los mismos por el capital financiero y los agronegocios, y han transformado los alimentos, las semillas y los recursos naturales en mercancías que enriquecen a las trasnacionales.
Este modelo generó un enorme acaparamiento de tierra, agua y biodiversidad por parte de banqueros y trasnacionales, y expandió monocultivos de altas ganancias como el de soya en Sudamérica, generando una gran devastación de recursos naturales, pérdida de biodiversidad, expulsión de cientos de millones de campesinos, sobreexplotación de trabajadores agrícolas, emigración, desempleo, pobreza y violencia.
Más recientemente, la expansión de los agrocombustibles, favorecida también por las trasnacionales, ha reducido muy significativamente la tierra usada para producir alimentos, encareciendo los mismos, en detrimento de los consumidores y de los países pobres y propiciando un nuevo ciclo de inversiones especulativas que han precipitado la crisis alimentaria de principios de milenio.
La única vía de salida: la vía campesina. La única solución al problema del hambre y la devastación del medio ambiente es el cambio de modelo. La Vía Campesina propone construir un nuevo modelo agrícola y alimentario basado en la soberanía alimentaria concebida como la conjunción de tres derechos: de los países y de las comunidades, a trazar con independencia sus políticas agrícolas, agrarias y alimentarias; de los campesinos e indígenas, a producir y a vivir dignamente de su producción, y de los consumidores, a tener acceso a alimentos suficientes, sanos, baratos y acordes con sus tradiciones culturales.
Este modelo se basa en que los actores principales de la producción de alimentos de calidad y suficientes para terminar con el hambre en el mundo son los campesinos, los indígenas, los agricultores familiares. Ellos deben ser, junto con los consumidores, quienes decidan y controlen la producción de alimentos. Implica una serie de políticas públicas: manejo y regulación adecuada de los mercados por parte de los poderes públicos a escala nacional e internacional, y relocalización de la producción para dar prioridad a los mercados locales y regionales. Exige, por tanto, excluir la agricultura de los tratados de libre comercio y de la Organización Mundial de Comercio. Implica una genuina reforma agraria, distribución de la renta y arraigo de las personas en el medio rural. En lo ambiental, promueve la diversificación de cultivos y no el monocultivo, la preservación de la biodiversidad y las semillas nativas y criollas y el rechazo a los transgénicos, Busca la preservación y la sustentabilidad en el uso de los recursos naturales y del agua, concebidos como bienes públicos y no como mercancías.
También promueve un nuevo modelo energético como alternativa a la producción masiva de agrocombustibles, basado en la generación doméstica, comunitaria y sustentable de energías alternativas, como la solar, la eólica, la de la biomasa y la hidráulica, sin que compitan con la producción de alimentos.
Este nuevo modelo está basado en la sustentabilidad, en la solidaridad y el respeto para con las comunidades, la gente, la naturaleza y el planeta. Es la mejor y única vía para el futuro de la comunidad de los seres vivos.
Por Víctor Quintana, Dirigente del Frente Democrático Campesino en México, organización miembro de La Vía Campesina.