Posición de La Vía Campesina sobre crisis financiera

La crisis del precio de los alimentos y la crisis financiera son el resultado de años de liberalización ultraliberal que se remonta a los crímenes contra la humanidad cometidos contra los pueblos autóctonos norteamericanos y africanos para  maximizar las ganancias. Los inversores y especuladores que buscan los mayores beneficios han utilizado la “ingeniería financiera “ para poder movilizar grandes sumas de capital entre países y continentes.  Estos instrumentos especulativos, los llamados “ productos y servicios financieros ” proporcionaron grandes beneficios pero no se produjo nada. Su valor se incrementó como resultado de la mera expectativa de que el sistema financiero continuaría sobrevalorando dichos “productos” y “servicios”.

Con la falta de regulación del sistema financiero se produjo  una desconexión de una “economía real” basada en la agricultura, la manufactura y el trabajo duro de los ciudadanos. El sistema llegó a basarse en una burbuja especulativa que confiaba en el intercambio irresponsable de “productos” y “servicios” en los mercados financieros. Cuando reventó la burbuja, esto afectó a la economía global de arriba abajo, no solamente a los mercados financieros y a los bancos.

¿Qué significa la crisis financiera económica para los campesinos, los alimentos y la agricultura?

Cuando el sector industrial se ralentiza, los trabajadores desempleados regresan al campo. Esto está ocurriendo en estos momentos, en todos los rincones del mundo: China, México e Indonesia han visto a los ciudadanos-hombres y mujeres-regresar a las zonas rurales cuando se perdieron puestos de empleo en la ciudad. En principio, el regreso de la gente al campo es algo a celebrar. Sin embargo, sin el apoyo de los gobiernos nacionales, son las familias rurales las que están pagando el precio de este desastre económico. Han perdido los ingresos de los trabajadores de la ciudad y deben mendigar tierras y recursos adicionales para proveer a los trabajadores retornados. Refuerza la crisis constante del sector agrícola donde miles de agricultores desesperados se suicidan. Por lo tanto consideramos la crisis actual como un crimen contra la humanidad..

Esta crisis costará miles de millones de dólares y al final tendrá un fuerte impacto en los presupuestos nacionales. Por ejemplo, en el 2008 y en el 2009,  durante los mandatos  de Bush y Obama el gobierno de los Estados Unidos ha gastado casi 1,4 billones de dólares para ayudar a rescatar a  los bancos. Esto acarreará un aumento de los impuestos que supondrán una carga desproporcionada para los pobres y la clase media, y disminuirá el gasto en los servicios públicos necesarios. Este deterioro afecta especialmente a las mujeres y niños, en las zonas rurales en particular, donde debido a la falta de acceso a la  tierra y a los recursos, no tienen acceso a alimentos sanos o a la atención médica. Los agricultores y campesinos están pasando grandes aprietos por la falta de crédito disponible debido a la caída de los precios de las materias primas. En los Estados Unidos muchos agricultores se enfrentan a un mercado de crédito más restringido debido a los cambios impuestos por los bancos.

Debido a la  caída de los mercados financieros especulativos, los inversores ahora están buscando nuevos caminos para lograr grandes beneficios de forma rápida. Algunos inversores han puesto en marcha un acaparamiento masivo de tierra a nivel mundial, la compra de tierras agrícolas en países en vías de desarrollo. Esto aumenta el precio de la tierra, expulsando a los campesinos  de las tierras, y colocando a los países en vías de desarrollo en la posición de tener que priorizar el capital fácil por encima de sus intereses agrícolas a largo plazo. Asimismo, el control sobre la producción de biomasa tales como los agro-combustibles incrementa la presión sobre la tierra.

Son los pobres los que están cargando con el peso de la crisis.. Las familias rurales tienen que absorber a los trabajadores despedidos, los  empleados  son testigos de recortes en sus salarios, los ciudadanos pagarán impuestos más altos, los niños  abandonarán la escuela para poder trabajar  y millones de personas perderán sus trabajos y sus fuentes de ingresos. Mientras tanto el sistema financiero  está siendo rescatado por los gobiernos que gastan miles de millones de dólares en salvarlos.

Los campesinos y agricultores son cada vez más criminalizados simplemente por defender su derecho a vivir y a ser tratados como seres humanos.

 

Las falsas soluciones no son necesarias

En estos momentos los gobiernos están solamente preocupados por parar la caída, apuntalando a los bancos e incrementando el PIB y la riqueza global, y al mismo tiempo ignorando las apremiantes preocupaciones ambientales por los recursos limitados y la crisis del cambio climático.

Las medidas del estímulo  adoptadas actualmente  por varios países e instituciones para aumentar el consumo, son principalmente una respuesta a los grupos de presión abusivos tales como la industria del automóvil. Llevando a cabo solamente cambios pequeños, produciendo automóviles de bajo consumo estas  medidas representan pequeños e insuficientes pasos para tratar los retos medio- ambientales. El G20 ha especificado que se gastarían en total 5 billones de dólares para poder “salvar  y crear millones de puestos de trabajo que de otra manera hubieran sido destruidos”(2). 

El G20 afirma que quiere acelerar la transición a una economía verde, pero no han mencionado medidas concretas. Los gobiernos de todo el mundo están fomentando el mismo sistema que ha llevado al cambio climático, la contaminación y la degradación medioambiental. En vez de dejar la iniciativa al G20, la ONU debería aprovechar esta oportunidad para reorientar la economía global lejos del consumo actual sin freno y derrochador.

La lucha  contra  la crisis se ha convertido en una cruzada  contra el “proteccionismo” cuando en realidad “ proteger” a sus ciudadanos es el derecho y la obligación  de todos los gobiernos. Políticas tales como los aranceles para promocionar la producción local y proteger a las industrias incipientes, pueden beneficiar activamente a las personas y no deberían prohibirse, especialmente las llevadas a cabo por países en vías de desarrollo tratando de competir  con políticas agrícolas y  comerciales injustas. 

Las nuevas políticas y regulaciones no supondrán ningún cambio a largo plazo en el sistema. El esquema mental continua siendo el mismo. Puede que se refuercen los controles sobre el sector financiero, pero las principales estructuras quedan intactas: el desvío de riqueza de los pobres a los ricos continuará mientras se siga explotando a la fuerza de trabajo. Con el tiempo, se generarán nuevas crisis por el monocultivo financiero de los grandes bancos y fondos de inversión. 

Además, las políticas actuales consideran la agricultura como cualquier otro negocio. Ignoran la agricultura de campesinos y la importancia de los sistemas de alimentación basados en la gente. La producción de materias primas tales como la soja, el maíz   y el floreciente mercado de los agro-combustibles, va a liderar la inversión en la agricultura, como ha ocurrido hasta ahora. El impacto desastroso de la agricultura industrial y de la producción de plantación va a dar continuidad al proceso de destrucción del medio ambiente. La reunión del G8 para la agricultura en Italia, presentó la iniciativa de la “Alianza por la revolución verde en África (AGRA) como un aspecto vital para reavivar la economía global, ignorando la historia de la primera revolución verde con desigualdades en aumento, dependencia y degradación ambiental.

El G20 en Londres estuvo de acuerdo en dar al Fondo Monetario Internacional 500 mil millones de dólares de fondos extraordinarios para la financiación de préstamos en países que sufren dificultades debido a la crisis. Este enfoque renovado en el FMI como “prestamista de última instancia” elimina el control económico de los países  y lo coloca en las manos de los economistas del FMI que están proponiendo reformas estrictamente liberales. El FMI afirma que es necesario el estímulo fiscal. Sin embargo, en algunos países, el FMI continua imponiendo las condiciones de las antiguas políticas: reducción del gasto público, reducción de los salarios en el sector público y la eliminación de subsidios (3). Ya hemos visto cómo afectaron estas políticas a los países en vías de desarrollo en los años 1980 y 1990: crecimiento a costa de las personas pobres de las zonas rurales.

Los nuevos programas no hacen nada para cambiar la orientación de los fondos. Refuerzan la impunidad de aquellos que más se han beneficiado del sistema y al mismo tiempo penalizan a aquellos que se han empobrecido por dichas políticas. Ignoran la agricultura basada en el campesinado, mientras que refuerzan programas para apoyar la agricultura corporativa y basada en la exportación.

¿Qué se necesita ahora como respuesta a esta crisis?

Debido a la inmensidad de este crimen contra de la humanidad, creemos que no hay soluciones con esta imperante arquitectura  financiera global. No se pueden lograr políticas significativas sin reformar radicalmente el sistema bancario internacional(1).

El sector financiero debería esta al servicio de la sociedad en vez de exprimirle la riqueza a la gente para el beneficio de unos pocos que controlan el sistema. Son necesarias una regulación fuerte por parte del gobierno y la prohibición de la especulación en el sector bancario . Hay que detener la creciente concentración del sector bancario y hay que desmantelar los grandes bancos. Es inaceptable que las instituciones financieras puedan llegar a ser “demasiado grandes como para fallar”. 

No se debería esperar que aquellos que son parte integrante de la crisis,  como  el FMI, vayan a resolverla. La ONU debería jugar un papel central y permitir un análisis profundo de la crisis incluyendo la participación de los agentes principales de la sociedad civil. La resolución de la crisis tiene que llevarse a cabo en un foro democrático  y representativo, donde puedan participar representantes de todas las naciones. 

Tenemos que parar la privatización de la tierra, agua, semillas y otros recursos, ya que este proceso aumenta las posibilidades de especulación, además de ser injusta. En vez de hacer que los pobres paguen, aquellos que poseen la mayoría del capital y que tienen acumulados tantos beneficios durante los últimos años, tienen que cubrir las pérdidas a través de un impuesto específico sobre su capital. 

Tenemos que continuar construyendo nuestra propia autonomía para que seamos menos dependientes  de este sistema (internacional) predatorio. Deberíamos reforzar nuestras propias alternativas desarrolladas a través de la economía solidaria donde el capital está  al servicio de las personas y no al revés. Deberíamos desarrollar nuestra colaboración con  los bancos solidarios para poder crear nuestro propio sistema basado en la cooperación y en la responsabilidad mutua, dando prioridad a los modelos locales y de comunidad sin fines de lucro.

 

Esta crisis es la expresión de una profunda crisis del sistema

Las prácticas de las empresas multinacionales y de los que tienen el poder les ciegan ante la naturaleza criminal de las injusticias que generan. Imponen y refuerzan un sistema económico basado en el saqueo de los recursos y el “derecho al beneficio” Está basado en un crecimiento ilimitado y en un robo sistemático de los  ricos a los pobres. Lo que fue una vez un bien público se convierte ahora en materia prima; hasta el punto en el que la humanidad misma  se convierte en materia prima. Los gobiernos crean políticas para satisfacer a sus industrias y al sector privado y no a los ciudadanos y a sus trabajadores. En un sistema violento que crea conflicto y guerra por los recursos limitados. Nuestro sistema de alimentos y la herencia medioambiental se están degradando rápidamente

No podemos esperar que aquellos que causaron los problemas tengan interés en resolverlos. El G8, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, están intentando controlar las soluciones y mantener su influencia. Como movimientos sociales, tenemos que continuar movilizándonos en contra de soluciones falsas y tomar la iniciativa para que nuestras propias soluciones se hagan realidad. 

 

¡Hemos pagado demasiado por esta crisis!

¡No más fondos públicos para los bancos ni los cultivos de exportación ni los agro-combustibles!

¡Los bienes comunes son para el pueblo no para el beneficio!

Bamako, 23 de junio de 2009

  1. http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=12517

  2. http://www.g20.org/Documents/final-communique.pdf

  3. Bhumika Muchhala in the South Bulletin, 24th of April 2009, Issue 36