Nueva jornada contra golpistas arranca el miércoles
Marchas de la resistencia hacia Tegucigalpa y San Pedro Sula Zelaya prepara viaje a México; “los gringos lo querían fuera de Nicaragua”: líder social Empresarios hondureños se quejan por pérdidas; el gobierno de facto ofrece “poner orden”
Arturo Cano
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Tegucigalpa, 2 de agosto. El líder campesino Rafael Alegría toma la palabra para decir la arenga más corta que se le ha oído en estos días: “¿Se aprueba la Marcha Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado?” Con los puños en alto y de pie, los asistentes aprueban por aclamación la nueva jornada que arranca el miércoles: el desplazamiento de manifestantes desde varios puntos del país durante una semana, con destino a las dos principales ciudades: la capital y la norteña San Pedro Sula. “La lucha no la vamos a ganar en las montañas, la vamos a ganar en las calles y las carreteras”, dice al micrófono el periodista Carlos López, en referencia obvia a las “milicias pacíficas” que el presidente José Manuel Zelaya dejó haciendo ejercicios físicos en la frontera.
La resistencia no suelta su demanda central, la restitución del presidente, pero cada vez más sus dirigentes hablan de que su lucha “por un nuevo Honduras” no se agota ahí. Resume un líder estudiantil de la Universidad Pedagógica: “Primero hay que tirar a los golpistas, luego traer al presidente Zelaya e inmediatamente después instalar la Asamblea Nacional Constituyente”.
La decisión ocurre cuando se multiplican las quejas de los empresarios por las pérdidas ocasionadas por 34 días de movilizaciones contra el golpe de Estado y el gobierno de facto, en voz del interino Roberto Micheletti, ofrece “poner orden”.
Asambleas magisteriales
También, cuando los asesinatos de dos profesores provocan la radicalización de los sindicatos magisteriales, uno de los pilares del movimiento antigolpista. Los maestros habían acordado dar clases de lunes a miércoles, pero este lunes celebrarán asambleas donde discutirán si van o no a un paro indefinido, o al menos por 15 días.
Del otro lado, el gobierno de facto mantiene su doble juego: reitera su interés en el diálogo, hacia el exterior, y aprieta tuercas represivas dentro de Honduras.
La Policía Nacional publica un desplegado en los diarios en el que recuerda que el Código Penal establece que “se sancionará con reclusión de dos a cuatro años y multa de 30 a 60 mil lempiras (de 22 mil a 44 mil pesos mexicanos) a quienes convoquen o dirijan de manera ilícita cualquier reunión o manifestación”. La policía también dice que quienes porten “armas” u “objetos de cualquier modo peligrosos” en las manifestaciones serán castigados con la mismas penas. “Los meros asistentes serán sancionados con la mitad de las penas anteriores”, dice también el comunicado.
Eso sí, la policía también anuncia la integración de dos “equipos negociadores” con los manifestantes, uno para Tegucigalpa y otro para San Pedro Sula.
La resistencia estima que las marchas llegarán a su destino entre el 10 y el 11 de agosto. Cada día, avanzarán unos 15 kilómetros por las orillas de las carreteras y se buscará que los manifestantes pernocten en lugares poblados.
La danza de la diplomacia
Los líderes de la resistencia suelen quedarse callados cuando se les pregunta sobre los movimientos del presidente José Manuel Zelaya. Atribuyen el silencio a que “es difícil tratar las cosas por teléfono con el presidente”.
Si no hay libreta de por medio, sin embargo, reconocen que algunas jugadas del presidente no son del gusto de sus seguidores dentro de Honduras. El frente de resistencia, por ejemplo, presionó a Zelaya para que no acudiera a Washington, al llamado del Departamento de Estado.
En lugar de ese viaje, Zelaya se reunió con una delegación de funcionarios estadunidenses encabezados por el embajador Hugo Llorens el pasado jueves 30 de julio. “Hablé con él esa misma noche y me dijo que los gringos le aseguraron estar presionando. También me aseguró que estaba esperanzado”, dice uno de los dirigentes del Frente.
El silencio de los líderes se extiende al viaje que Manuel Zelaya hará a México este martes. “Lo único que sé es que los gringos lo querían fuera de Nicaragua a como diera lugar”, completa el dirigente.
Y mientras Zelaya prepara su viaje a México, en Costa Rica continúa la danza de la diplomacia.
Este día llega, para reunirse con el presidente y mediador Óscar Arias, la vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, quien viaja con la representación de la Unión Europea y con la crisis hondureña como principal punto en su agenda.
La visita de Fernández es precedida por declaraciones del canciller español, Miguel Angel Moratinos, quien ha dicho que su país no reconocerá al gobierno surgido de las elecciones hondureñas de noviembre.
Los golpistas han cifrado su estrategia en ganar tiempo para que, una vez realizados los comicios, la comunidad internacional reconozca “poco a poco” a las nuevas autoridades.
La funcionaria española llega acompañada del secretario general para Iberoamérica, Enrique Iglesias, “alguien que merece la confianza” de los golpistas, según Arias. Su presencia en Honduras fue solicitada por Micheletti el pasado miércoles, con la finalidad de que escuche “a los distintos poderes del Estado”.
El cuadro lo completa la llegada, esperada para este lunes, de José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos.
Matan a otro profesor
Los asambleístas marchan de la sede del Sindicato de Trabajadores de la Industria de Bebidas y Similares al lugar donde desde ayer son velados los restos del profesor Roger Vallejo, a quien le disparó un policía en la marcha del jueves pasado, según testigos.
En la sede del Colegio de Profesores de Educación Media (COPEMH) se conoce muy temprano la noticia del asesinato de otro maestro, Martín Florencio Rivera, quien recibió 27 puñaladas luego de asistir al velorio de Vallejo.
De inmediato, líderes de la resistencia atribuyen el crimen “a los golpistas”, aunque familiares de la víctima dicen que se trató de un asalto y la policía informa por la tarde de la captura de un menor de 15 años como presunto asesino.
“De la misma forma mataron al compañero Pedro Muñoz en El Paraíso”, dice Eulogio Chávez, presidente del COPEMH. Muñoz apareció muerto, con 45 heridas de arma blanca, el 25 de julio cerca de un retén del ejército, luego de haber sido aprehendido y, según las autoridades, liberado.
“Hay un patrón”, completa Bertha Oliva, cabeza del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras (Cofadeh). “El escenario que tenían ya se les cayó. Micheletti y Ramón Custodio (comisionado Nacional de Derechos Humanos) decían que aquí podía venir cualquier misión internacional y que no iba a encontrar presos ni heridos ni muertos”. Oliva, quien habla a unos pasos del féretro de Roger Vallejo en un salón repleto, fue esposa de Tomás Nativí, dirigente comunista asesinado en los años 80 por los escuadrones de la muerte del ejército hondureño: “Hicieron lo mismo en aquellos años. Comenzaron con asesinatos de cuadros de base a cuchilladas, para hacerlos pasar como obra de la delincuencia común”.
Oliva narra su visita, el pasado jueves, a la estación policiaca de Comayagüela donde, dice, “tenían hacinados a 35 detenidos en una celda diminuta, y para torturarlos les echaban residuos de una bomba lacrimógena en una bolsita”.
El Cofadeh ha reunido innumerables testimonios de los desalojos y detenciones desde que comenzaron las protestas por el golpe de Estado. Una denuncia reiterada llama la atención de Oliva: “Tenemos muchos testimonios de que al detenerlos, los amenazan con armas de fuego mientras les dicen: ‘No te voy a matar, nada más te voy a pegar en la columna para que quedes paralítico’”.
Afuera del edificio sindical, un par de muchachos inician una huelga de hambre para demandar el regreso de Zelaya, el cese de la represión y castigo para los asesinos de sus compañeros. Son Gabriel García y Gabriel Villalba, y tienen 17 y 21 años. Quieren dos cosas: “Que el movimiento recuerde que hay muchas formas de lucha y demostrar a la gente que avala el golpe por ignorancia que el pueblo ya no puede estar ahorcándose a sí mismo”.
Adentro, una anciana diminuta llora su pérdida. “Estamos esperando a sus dos hermanos que viven en Suiza”, dice María Soriano, la madre de Roger y abuela de un huérfano de 18 meses. “Era graduado en Lengua y Literatura Inglesas, el más pequeño de mis diez hijos y el primero que se me muere”.
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