Llamado a artistas de LVC: “Somos artistas militantes, artistas militantes en defensa de la tierra”
Ana Chã analiza el potencial revolucionario de las mujeres artistas en el campo y en la ciudad y hace un llamado a la convocatoria de La Vía Campesina
Por Capire
La Vía Campesina hace un llamado para el envío de materiales de artistas de todo el mundo que expresen la lucha por la soberanía alimentaria. Se aceptará el envío de materiales hasta el 30 de septiembre. Las creaciones pueden ser individuales o colectivas, siempre que se relacionen con uno o más de los cuatro ejes propuestos: experiencias concretas de soberanía alimentaria, como cooperativas, ferias, semillas, escuelas y radios; atrasos en la política agrícola en el mundo, amenazas a la reforma agraria, acaparamiento de tierras, cambio climático, criminalización; disputa entre el modelo de agricultura campesina y el agronegocio; urgencia de una nueva sociedad, con solidaridad, internacionalismo y justicia social. Se aceptan canciones, videoclips, poemas, pinturas, fotografías, ilustraciones, películas documentales o de ficción y podcasts.
El lugar del arte en la transformación social
La palabra “cultura” proviene del acto de ocupar la tierra, del trabajo con la tierra, de la idea de cultivar y habitar. Más tarde, ganó otros significados y dimensiones, pero conviene volver a este origen, sobre todo cuando nuestra producción cultural es campesina. Tenemos que pensar en el arte como una de las expresiones de una cultura amplia y diversa. El arte es, pues, algo que expresa la cultura a la vez que puede ir más allá de ella.
El arte tiene un potencial de transformación. Como elemento de la cultura, está relacionado con la naturaleza y es esencialmente humano. El arte nace de nuestra capacidad de imaginar y proyectar situaciones diferentes a las que vivimos inmediatamente.
Cuando pensamos en el arte y la cultura de forma entrelazada, podemos entender el arte como un trabajo. Forma parte de la construcción social en la que nos encontramos, todas y todos, cada uno de nosotros y nosotras. Crear otras posibilidades es un potencial de la utopía: poder mirar más lejos, ver la promesa de la libertad. Basándonos en las enseñanzas de Paulo Freire (que en 2021 cumpliría cien años) y Augusto Boal, decimos que el arte no transforma el mundo, sino que transforma a las personas que transformarán el mundo. Boal nos dijo: “Tenemos la obligación de inventar otro mundo. Pero nos corresponde construirlo con nuestras propias manos, entrando en escena, en el escenario y en la vida”.
Al estar muy vinculado al trabajo y a la vida real a través de la expresión de los sentidos humanos, el arte también se vincula a los territorios donde vivimos, ya sea la tierra, el territorio-cuerpo, el territorio-lengua. Ahí radica su potencial de resistencia. En la experiencia del arte, se puede leer un libro que se escribió en Rusia hace dos siglos y que todavía puede decir mucho sobre su experiencia actual. Hoy en día, ante tantas amenazas a los pueblos del campo, de los bosques, a las mujeres, a la diversidad y al pueblo negro, el arte nos abre dos caminos posibles: el de la denuncia y el rechazo, y también el de decir que queremos algo diferente, retomando nuestras raíces y señalando una ética y una perspectiva de futuro.
El arte cómodo e individual del capitalismo
Volver a la raíz de las palabras nos ayuda a entender y a enfrentarnos a la idea que se nos impone de que el arte sería para unos pocos. “Arte” viene del oficio del artesano, del trabajo manual. Solo después las dos ideas se separan y el arte pasa a ser visto como una actividad más intelectual y subjetiva que da lugar a una expresión.
El arte a menudo se ve como un don, algo excepcional, apartado de nuestra vida cotidiana. Pero lo que tiene de excepcional es también muy concreto, porque une al proceso subjetivo toda la realidad objetiva de la que partimos. Las cantigas campesinas, por ejemplo, forman parte de un arte cotidiano marcado por la vida en la zona rural.
Todo arte se inscribe en un contexto político y toma partido, ya sea por afirmación u omisión. El capitalismo ha transformado el arte en una mercancía, ya que incluso nuestra subjetividad y nuestras formas de expresión están al servicio de la ganancia. La lógica del mercado es la del consumo y la contemplación, lo que nos pone en una condición apagada, resignada, y hace difícil que podamos estar en la condición de productores de cultura. Por lo tanto, debemos hablar del arte y la cultura como parte de la lucha de clases. En el campo brasileño, vemos cómo el agronegocio incorpora la dimensión cultural y artística en su estrategia para construir una imagen positiva del sector y ocultar los impactos ambientales y sociales negativos de sus acciones.
La glamurización capitalista del arte le quita la idea de técnica. Pero todas y todos podemos hacer arte. ¿Qué necesitamos para ello? Las formas de producirlo. Las técnicas se pueden aprender. Nuestra posibilidad de hacer arte aumentaría si todas y todos pudiéramos acceder a las condiciones materiales necesarias para ampliar y desarrollar nuestra técnica, nuestro repertorio, y concretar nuestra producción. Todas podemos ser artistas militantes y militantes artistas.
Cuando se nos dice que sólo algunos pueden cantar o dibujar, vemos quiénes son esos “algunos”. Hay un lastre de condiciones que permiten a algunas personas tocar música y a otras no. El llamado de la Vía Campesina es incluso pedagógico para afirmar que toda la gente puede hacerlo, respetando la diversidad de formas y lenguajes posibles de los pueblos del mundo.
Saberes acumulados y experiencias campesinas para fortalecer la cultura y el arte
Mediante el arte y la cultura, los pueblos en lucha tienen el potencial de disputar significados e incluso de enfrentarlos. Hoy vivimos una coyuntura que muchos identifican como una guerra cultural, con la extrema derecha recuperando valores tradicionalistas en todo el mundo, creando un discurso de odio y de eliminación de adversarios.
El arte afirma los derechos de los pueblos indígenas y de los campesinos cumpliendo el papel de decir que “estamos aquí y no nos vamos”, de moverse y ampliar las fronteras. Todo lo que es humano puede cambiarse, incluido el arte, la cultura, el trabajo, la sociedad.
La Vía Campesina nos recuerda quiénes somos y nos llama a luchar desde donde queramos hacerlo. Siendo una articulación de movimientos, refleja en sus prácticas internacionales lo que enseñan sus organizaciones de base. El movimiento campesino se preocupa por llevar su herencia cultural que celebra los ciclos de la naturaleza, como las fiestas de la cosecha y la siembra. Esta herencia se suma a la de los movimientos revolucionarios de izquierda, con sus cancioneros, expresiones gráficas y otras formas de producir arte. Así, dialogamos con el mundo sin dejar de aportar lo singular y particular de cada región.
En nuestros encuentros y conferencias internacionales, hacemos la mística, que es un momento de compartir la expresión artística que alimenta nuestras propuestas y orienta nuestros próximos pasos. En estos espacios internacionales, la mística también nos permite conocer las expresiones artísticas y culturales de lugares que no conocemos y ampliar así nuestra visión del mundo. La producción artística y cultural es un elemento organizativo y formativo.
En este contexto de pandemia, las producciones artísticas no se detuvieron, pese a todos los obstáculos. Hemos visto canciones producidas por personas de diferentes partes del mundo, hemos visto convocatorias de materiales culturales en solidaridad con la lucha campesina en la India, por ejemplo. Gracias a sus múltiples idiomas, estos llamados logran superar las barreras lingüísticas y ampliar el alcance de las luchas.
A lo largo de sus 25 años de existencia, La Vía Campesina se ha fortalecido trabajando estos elementos. El llamado a artistas por la soberanía alimentaria que lanzamos ahora es un intento de organizar lo que ya está ocurriendo espontáneamente en los cuatro rincones del mundo.
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A continuación, presentamos algunas artistas comprometidas con la lucha por la soberanía alimentaria:
As Cantadeiras
As Cantadeiras es un grupo musical formado por cuatro mujeres y existe desde hace doce años. Todas somos militantes del MST y nos gusta reunirnos para llevar la alegría y la música a nuestras vidas y a las de nuestras compañeras y compañeros. Observamos que había pocas mujeres tocando instrumentos, una situación que ha ido cambiando, en buena parte, gracias al movimiento feminista. Ahora estamos en el ejercicio de componer una canción para enviar al llamado de La Vía Campesina. Tenemos un repertorio de luchas populares y siempre damos protagonismo a la fuerza de las mujeres. A menudo nos dicen que somos la pequeña fuerza que faltaba para que las mujeres se arriesgaran a hacer música, y esto es muy inspirador. Escucha aquí.
Marcia Miranda
Soy de una familia campesina y minera de la comuna de Alhué, Chile. Siempre vi injusticias en el trabajo que realizaban los campesinos y la explotación en el trabajo minero. Cuando llegué a la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), estaban partiendo y necesitaban diseñar su imagen, crear afiches, cartillas, publicaciones. Fue muy enriquecedor conocer, a través de la organización, la realidad de otras mujeres. Cada una de ellas, con sus vivencias y saberes, ha sido una inspiración.
Sophie Holin
Durante mi investigación en Cuba, entré en contacto con el poder del arte revolucionario y su capacidad de cambiar la historia. Me siento afortunada de poder combinar mis habilidades artísticas con mi compromiso con el movimiento campesino. A través de mi trabajo, pretendo crear un arte que facilite la conexión de las personas con las políticas y los conocimientos técnicos que se pueden utilizar para avanzar hacia la soberanía alimentaria. Las ilustraciones de Historia Natural y el propio mundo natural son una fuente de inspiración y práctica para los aspectos técnicos de mis ilustraciones.
Luara Dal Chiavon | Brigada Audiovisual Eduardo Coutinho
El cine es el lugar donde me encontré para materializar mis contribuciones a la lucha. Para hacer un cine de lucha es necesario comprender que ello es nada más que una herramienta a servicio de la organización popular. Organizamos las brigadas audiovisuales del movimiento para construir nuestros proprios medios, caminando junto a la organicidad del movimiento. Nuestro trabajo es construir un lenguaje que sea popular y revolucionario.
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Ana Chã es música en As Cantadeiras, forma parte de la coordinación nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil y trabaja en el sector cultural de esta organización. Es autora del libro Agronegócio e Indústria Cultural.
Traducido del portugués por Luiza Mançano