“Las grandes corporaciones deben ser reguladas”
Kannaiyan Subramaniam, dirigente de la organización La Vía Campesina en India, cosecha aplausos al relatar las amenazas que viven los pequeños agricultores ante las reglas del juego que imponen el libre comercio y las grandes empresas.
Con un aplauso casi unánime de cerca de 200 personas terminó el agricultor indio su intervención estos días durante el lanzamiento del Decenio de ONU de la Agricultura Familiar, en Roma. “Hay una concentración de grandes corporaciones que se alían para destruir la vida de los agricultores, que va en contra de los pequeños productores. Las tecnologías también están controladas por ellos; la inversión y el comercio y los precios de los insumos son cada vez mayores. Estos son peligros para nosotros, si no lo gestionamos, habremos fallado al final de la década”, pronunció de seguido Kannaiyan Subramaniam, propietario de tres hectáreas de tomates, patatas, plátanos, cebollas y otros vegetales en el sur de la India. “Todas las grandes corporaciones se están juntando, se están casando, para exprimir la vida de los agricultores”, expresó quien también es dirigente del comité de los movimientos del sector en su región de la organización La Vía campesina.
Criticó frente a varios gobernantes internacionales presentes en una de las salas de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que las reglas del juego del libre comercio afectan a la producción lechera organizada en cooperativas de su país. Y también denunció 350.000 suicidios cometidos por los campesinos indios desde 1995. “El libre comercio está invadiendo las vidas de los pequeños agricultores y destruyendo los mercados locales y la producción local”, planteó en frases sueltas tras el panel titulado Configuración de un entorno propicio para aumentar las contribuciones de la agricultura familiar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una sesión en la que se trató la necesidad de incidir en las políticas públicas para defender las vidas de la diversidad de colectivos que componen la agricultura familiar, que incluye a campesinos, pueblos indígenas, comunidades tradicionales, pescadores, agricultores de montaña y pastores.
“Vivimos una contradicción. En el mundo occidental pocas personas se dedican a la agricultura pero producen a escala industrial. En cambio, en otros lugares como la India, el 75% de la población se dedica a ella, y es un trabajo prioritario” detalla en una entrevista posterior. Insiste también en que las multinacionales tienen la tecnología, las herramientas, la propiedad intelectual de las semillas, las máquinas o los datos que a ellos también podrían servirles. “Esto es para preocuparse, porque es caro, no es accesible. No digo que tengan que desaparecer, pero sí que se regule todo esto. Las grandes corporaciones deben ser reguladas. Los Gobiernos tienen que reducir su poder”, detalla sobre lo que considera que perjudica a quienes generan más del 80% de los alimentos del planeta pero son más vulnerables a la subalimentación, según la FAO.
“Vivimos una contradicción. En el mundo occidental pocas personas se dedican a la agricultura pero producen a escala industrial. En cambio, en otros lugares como la India, el 75% de la población se dedica a ella”
Subramaniam insta también a que los gobernantes controlen el porcentaje de inversión de las grandes multinacionales. “Están las puertas abiertas y están comprando empresas indias que mantienen sus nombres pero son extranjeras”, asegura el agricultor, que exige también un control en el precio de los productos y sugiere que a estas multinacionales se les pida responsabilidad social y medioambiental. “Debemos decirles que no, debemos decirles que no queremos organismos genéticamente modificados, que no queremos ese modelo de forma de vida (…) No se les debería permitir vender químicos”, asevera el dirigente, que aprovecha para intercalar bondades su profesión como garantes de la biodiversidad, una de las líneas de trabajo aprobadas en el Plan de Acción Global de la ONU para la Agricultura Familiar.
Cuenta que sus últimas cosechas de patata y tomate se perdieron, y que con la del plátano apenas ganaron nada ni él y su madre, de quien detalla que aprendió la profesión. Y tiene claro que con el panorama actual es difícil convencer a los jóvenes para que se dediquen a este sector. “Si esto es rentable, seguirán, pero es muy arriesgado. Se necesita acceso al agua, el transporte no para de crecer, los insumos también, los precios de los alimentos cambian, puede venir un monzón y llevarse la cosecha. Es un gran desafío”, señala. Por eso propone que los Gobiernos los prioricen en sus programas sociales, de salud, de educación y de seguros, por si los huertos fallan, o por si hay una plaga o una peste. “El futuro debe ser creado”, concluye.
Fuente: El País