Informe VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina

Título: Informe VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina

Edición: Abril 2018

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Introducción

«¡Alimentamos nuestros pueblos y construimos movimiento para cambiar el mundo!». Este fue el llamamiento que resonó de las voces de 700 participantes de La Vía Campesina provenientes de cuatro continentes, reunidas/os en la ciudad de Derio (Euskal Herria) en el Estado español, del 17 de al 24 de julio de 2017, en la VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina.  Pero, ¿qué es exactamente La Vía Campesina y qué ha conducido  a todas estas personas de todos los rincones del mundo a reunirse?

En cierto sentido, la propia consigna de la VII Conferencia Internacional define La Vía Campesina (LVC). Las/os productoras/es de alimentos, las/os campesinas/os, las/os pequeñas/os agricultoras/es de todos los géneros y edades, las/os pescadoras/es, las/os apicultoras/es, las/os pastoras/es, las/os trabajadoras/es agrícolas -en resumen, las personas que durante siglos han alimentado y siguen alimentando a la población mundial- forman LVC. Más que individuos u organizaciones no gubernamentales que «representan» a campesinas/os y personas rurales, sus miembros son movimientos y organizaciones con miembros de base y estructuras de liderazgo que aseguran que las/os campesinas/os se representen a sí mismas/os.

Un campesino vasco explicó los orígenes de LVC durante el primer día de la conferencia:

La Vía Campesina nació para dar voz a quienes no tenían voz, para activar el papel de liderazgo de los movimientos campesinos. En ese momento, se trataba de algo intuitivo: sabíamos que queríamos tener nuestra propia voz. El primer paso fue juntar a todos los movimientos que se oponían a las políticas neoliberales, construir una cultura campesina de solidaridad, crear una conciencia de clase como campesinas/os. Decidimos construir una identidad de abajo arriba que no se basara en el patriarcado. Queríamos tener un movimiento autónomo, libre de poderes políticos y económicos. Queríamos estar en las negociaciones internacionales que tratan sobre las políticas alimentarias y agrícolas. En ese momento, ya éramos un movimiento diverso y queríamos ser diversos en todos los sentidos.

Fue un momento único. Los tratados de libre comercio estaban bien vistos, incluso por gran parte de la izquierda; nadie se oponía al libre comercio. Sin embargo entendíamos que el libre comercio era el principal instrumento de violencia contra nuestro modo de vida campesino. El primer debate que tuvo lugar trató sobre la Organización Mundial del Comercio. Comenzamos a luchar con audacia. Comenzamos a romper el discurso de «no hay alternativa» que emplean las grandes empresas cuando se refieren a la modernidad, a la tecnología y a la productividad. Ya estaba claro en ese momento, en el  año 1993, que la crisis en la agricultura campesina había comenzado a generar pobreza y olas migratorias.  Este fue el contexto de la lucha ideológica; desafiamos el monopolio del pensamiento. Antes de esto sólo existía una  única voz en los debates que trataban sobre la agricultura: la de las empresas y los grandes terratenientes. Hoy somos muchos más movimientos sociales luchando contra este modelo. Hoy luchamos como una sola voz contra las grandes empresas.