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¡Grita el Campo!

Multitudinaria exigencia para que se renegocie el TLCAN
* Organizaciones campesinas y sindicales advierten que “los tiempos de diálogo se agotan”
* Sellan la alianza para la integración de un consejo nacional social y económico
* Demandan cesar a Alberto Cárdenas; el tratado sólo ha generado “pobreza y muerte”

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Los organizadores de la movilización del Ángel de la Independencia al Zócalo estimaron que más de 200 mil personas participaron en la marcha para exigir que se renegocie el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. También demandaron que se impida la privatización de los energéticos y que se derogue la nueva Ley del ISSSTE

Foto María Meléndrez Parada

El campo mexicano, desprotegido ante el acuerdo comercial, advierten productores

“El TLCAN es muy bueno, pero para los pinches gringos”, decía una manta en el Zócalo

Queremos ser supervivientes y no perdedores de la alquimia neoliberal, expresan campesinos
Luis Hernández Navarro

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Quema de una figura que simbolizaba al titular de Sagarpa, durante el mitin campesino realizado en el Zócalo de la ciudad de México
Foto: Francisco Olvera

El viejo y desvencijado tractor que encabeza la descubierta de la marcha no arranca. Otros más han echado a andar sus motores y se preparan para rodar sobre Paseo de la Reforma. Faltan diez minutos para las cuatro de la tarde y miles de campesinos aguardan el banderazo de salida. Dos agricultores empujan la máquina descompuesta para que funcione. El vehículo carraspea y tose, hasta que finalmente cede. La manifestación comienza.

El tractor se asemeja a la situación del campo mexicano. Trabajado en exceso, frágil y desprotegido en relación con las economías contra las que se le ha puesto a competir, el mundo rural mexicano sigue vivo gracias a los hombres y las mujeres que lo habitan, lo hacen producir y le mandan remesas desde sus nuevos hogares en Estados Unidos.

También tiene parecido con las movilizaciones contra el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Después de un prolongado letargo de casi 14 años de retraso, interrumpido por unos cuantos episodios, las grandes protestas contra el libre comercio agrícola finalmente ocupan las avenidas de la política nacional.
Hace cinco años, un 31 de enero como hoy, se escucharon los primeros gritos masivos para renegociar el tratado en el agro. Miles de campesinos tomaron las calles de la ciudad de México. “Somos sobrevivientes que se niegan a desaparecer”, dijo Alberto Gómez, en el mitin central de aquellas jornadas de lucha. No hubo, sin embargo, mucha fortuna. Las organizaciones campesinas perdieron en la mesa de negociaciones lo que habían ganado en las plazas públicas. La demanda original de renegociar el TLCAN se convirtió en, apenas, un compromiso de realizar un estudio para medir los impactos del acuerdo en el agro.

Pero más vale tarde que nunca. La movilización de ayer fue más grande que la de hace cinco años. Nació de una curiosa confluencia de centrales y convergencias campesinas de todo signo, en donde los líderes desconfían entre sí, pero se necesitan unos a los otros. Una convergencia en la que cada dirigente teme que el otro lo utilice para negociar sus reivindicaciones particulares, en nombre del conjunto. Una alianza que ha propiciado la emergencia de una protesta más grande que ellos; de una movilización que por su amplitud los rebasa, los desborda.

Se trata, además, de la más importante prueba de fuerza de masas entre el gobierno de Felipe Calderón y la oposición gremial. Porque lo que se fraguó en el Zócalo capitalino fue una alianza entre organizaciones sociales del campo y la ciudad, en la que la presencia de fuerzas político partidarias fue testimonial: estuvieron pero no contaron, por más que traten de capitalizarla. Un pulso en el que, mientras los campesinos gritan “¡Sacaremos a ese buey de la Sagarpa!”, Germán Martínez Cázares, dirigente del partido en el gobierno, afirma, con bravuconería e insensibilidad, que “el PAN respalda ciento por ciento, con orgullo, al secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas”.

Son más de las cuatro de la tarde. Sobre Paseo de la Reforma, detrás del destacamento de tractores que abre camino se agrupa la descubierta de la marcha. Son todos hombres, en su mayoría mayores de 50 años. Son los líderes de las llamadas organizaciones campesinas nacionales y de una que otra regional. Han estado al frente de ellas durante tres o cuatro décadas. La mayoría participó en las luchas por la tierra de los 70 y algunos más en los intentos por desarrollar la autogestión campesina. Casi todos han participado en contiendas electorales. Los acompañan dirigentes obreros como Francisco Hernández Juárez.
El primer contingente después de la descubierta es el de la Confederación Nacional Campesina (CNC). Con mucho es el más numeroso, seguido por la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA). Los destacamentos de la queniqué -como se le conoce en el medio- van encabezados por un grupo de danzantes sonorenses que, sin hacer caso al gobernador de su estado, Eduardo Bours -uno de los principales defensores del tratado-, critican el acuerdo comercial y funcionan como una especie de batucada indígena. Allí marchan camisas rojas madracistas del estado de México, coreando las consignas de la oposición de izquierda: “No somos uno, ni somos cien/pinche gobierno ¡cuéntanos bien!”

Curiosa ironía ver en las calles decenas de mantas cenecistas exigiendo la abrogación del TLCAN, cuando en el momento de su firma ellos fueron sus principales valedores en el campo. Una ironía que, en parte, se despeja con una pancarta en la que se muestra el corazón de la actual disputa de la queniqué con la administración de Felipe Calderón. “Reglas de operación aceptables para manejar el presupuesto al campo”. O sea, objetan una maniobra mediante la cual el gobierno federal centraliza el manejo sustantivo de una parte de los recursos para el campo, que antes administraban los gobiernos de los estados y algunas organizaciones campesinas.

Durante largos trayectos, la manifestación es un ejercicio de protesta silencioso, apenas interrumpido por los contingentes de sindicalistas y estudiantes que rompen el orden establecido y se cuelan entre las filas de los labriegos, por un grupo de chinelos, y por las distintas bandas de música y tamboras que amenizan el acto. Sólo los destacamentos más vinculados a una tradición de izquierda, como la CNPA o la CIOAC, hacen sentir su presencia a gritos. La marcha es un recordatorio de que, por más que se pretenda presentar a México como sociedad urbanizada, el mundo rural se hace presente una y otra vez.

Lo sacan por la puerta de las estadísticas y los discursos oficiales, y se cuela por las ventanas de la realidad. Hace dos días, los productores de leche convirtieron al Monumento de la Revolución en una especie de establo, con vacas y piensos incluidos, al tiempo que regalaban 25 mil litros del lácteo. Así se debió ver la plaza cuando en 1910 Porfirio Díaz comenzó su construcción. Hoy, decenas de jinetes a caballo, como los que integran la Caballería Zapatista de Milpa Alta, con un estandarte con la imagen del general Emiliano Zapata al frente, recorren las calles del centro para decir: ¡aquí estamos!

Una pancarta enarbolada por cientos de manifestantes dice: “El TLCAN es muy bueno, pero para los pinches gringos…” Este 31 de enero, miles de campesinos y trabajadores de la ciudad tomaron las calles para decir que no quieren maíz y frijol proveniente de Estados Unidos, sino granos y leguminosas sembrados por ellos en México. Pretenden, como lo hizo el desvencijado tractor que encabezó la manifestación, seguir siendo una clase de supervivientes y no los perdedores de la alquimia neoliberal.

Se agotan tiempos para el diálogo: campesinos

“EL TLCAN sólo ha sembrado muerte y pobreza”, afirman

Sellan alianza para conformar un consejo nacional que luche contra el capítulo agropecuario

Marchan al Zócalo con SME, UNT y CNTE

Matilde Pérez U., Carolina Gómez y Gabriel León Zaragoza

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Consignas incesantes contra el tratado comercial
Foto: Francisco Olvera
Durante la marcha en defensa de la soberanía alimentaria, organizaciones campesinas, sindicales y sociales advirtieron al gobierno que “los tiempos de diálogo se están agotando”, y confiaron en que la concentración de ayer en el Zócalo no sea “de las últimas acciones” pacíficas que lleven a cabo para que sus demandas sean atendidas.

Al término del mitin sellaron la alianza para conformar un consejo nacional social y económico en pro de la revisión del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el impedimento de la privatización de los energéticos y contra la reforma laboral y por la derogación de la Ley del ISSSTE.

En voz de Gabino Gómez, de la campaña “Sin maíz no hay país”, y del dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Cruz López Aguilar, el movimiento sostuvo que no le arrebatarán su dignidad ni su decisión de luchar en contra del TLCAN, porque “sólo ha sembrado muerte y pobreza”.

Gómez puntualizó: “No venimos hasta acá para pedir la cabeza de un funcionario, sino para demandar al gobierno federal un debate de frente a la nación en torno a la situación del campo y refrendar que estamos en contra de la siembra de maíz transgénico. Nosotros no somos acarreados de Monsanto, nos oponemos a que los granos nativos desparezcan y que las grandes trasnacionales sigan enriqueciéndose de manera escandalosa”.
A su vez, López Aguilar dijo que las organizaciones agrupadas en los consejos nacionales de Organismos Rurales y Pesqueros (Conorp) y de Organizaciones Campesinas (Conoc), así como seis del Congreso Agrario Permanente, están abiertas al diálogo, pero no uno “de sordos”, y él sí demandó la destitución de Alberto Cárdenas como secretario de Agricultura. También rechazó que el TLCAN haya dejado beneficios al agro, pues el país “se ha convertido en una potencia agroalimentaria importadora de alimentos”.

En el mitin, Martín Esparza Flores, secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas, acusó al gobierno federal de haber roto el “pacto social, por no respetar la Constitución” y llamó a tomar el Congreso el próximo 7 de febrero. Auguró que, dada la unión que existe entre los sectores obrero y campesino, a “este movimiento no lo va a parar ni todo el Ejército que han sacado a las calles”.

Francisco Hernández Juárez, uno de los presidentes colegiados de la Unión Nacional de Trabajadores, remarcó que lo que se debe hacer es “impulsar una alianza clasista e iniciar un movimiento para frenar esta embestida. Hay que pensar en constituirnos en una fuerza capaz de cambiar el rumbo del país”.

A su vez, Agustín Rodríguez, líder del STUNAM, hizo hincapié en que lo que se requiere es una “gran alianza” del movimiento social, campesino y obrero, porque la “crisis social dista mucho de estar resuelta”.
Artemio Ortiz, en representación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, manifestó que el modelo neoliberal “ha fracasado” y por ello “la gente del imperio quiere cargar su crisis en la espalda de México, y también por eso (Felipe) Calderón hace todo lo posible porque pasen la reformas estructurales. El gobierno olvida que somos una raza invencible, somos hijos del maíz y éste sólo morirá cuando muera el sol”.

Asimismo, emplazó al Presidente de la República y a “sus neoliberales a respetar de manera irrestricta la Constitución, y si no lo hacen es tiempo de que se vayan”. Subrayó que la de ayer no debe ser la única manifestación y dijo que también se debe movilizarse el 18 de marzo, el 10 de abril y el primero de mayo, a fin de hacerle entender al gobierno que debe poner un alto a la política neoliberal.

Durante la marcha, los contingentes obreros avanzaron detrás de los campesinos. Más atrás se ubicaron los maestros de la CNTE y también los de Diálogo Nacional y otras organizaciones sociales. Los organizadores estimaron que participaron 200 mil personas; muchas no lograron escuchar a los diez oradores, ya que a una hora de haber iniciado el mitin aún seguían llegando a la plancha numerosos grupos e incluso al concluir el acto varios seguían en las calles de Madero y Eje Central.

Miguel Concha Malo, en su calidad de representante de las organizaciones civiles, refrendó la adhesión del Frente Nacional contra la Represión y otras agrupaciones al pronunciamiento y acuerdo político en favor de la soberanía alimentaria, los derechos de los trabajadores y las libertades democráticas.

“México es un país de leyes, pero sin justicia, por ello nos unimos a las organizaciones que denuncian la criminalidad de la protesta social como respuesta de los gobiernos a las legítimas demandas de la sociedad”, acotó.
Desde temprano, los contingentes campesinos se reunieron en la fuente de la Diana Cazadora y en el Ángel de la Independencia; allí, con música y comparsas -incluso algunos refirieron que con esta marcha de protesta iniciaban “el carnaval en la ciudad de México”- esperaron más de seis horas desde que se inició la caminata, hasta arribar al Zócalo acompañados por los 21 tractores del movimiento de resistencia campesina Francisco Villa.

Tractores “patrocinados”, primeros en llegar al Zócalo
Los envió Monsanto, denuncian organizadores

Miles de campesinos, en la manifestación contra el TLC

Jaime Avilés

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Aspecto del mitin por la soberanía alimentaria, realizado en la Plaza de la Constitución
Foto: Marco Peláez

Perversiones de la política: la marcha nacional por la defensa del maíz mexicano llegó ayer al Zócalo encabezada por una columna de 50 tractores que -de acuerdo con una denuncia en poder de esta crónica- estaban “patrocinados por Monsanto” para exigir su “derecho a sembrar maíz transgénico”.

Atrás venían los otros tractores, los que el 18 de enero salieron de Ciudad Juárez, desde el puente fronterizo de El Chamizal, en la raya entre Estados Unidos y México, y más atrás de éstos, miles y miles de campesinos de todos los estados y todas las organizaciones agrarias del país, así como obreros de fábrica y de industria, colonos, militantes de movimientos sociales y mucha, mucha gente de la ciudad de México que acudió por su propia cuenta.

La síntesis de los acuerdos que hicieron posible la manifestación -a la que según organizadores se incorporaron más de 200 mil personas- estaba en lo alto del templete, a lo largo de un telón de fondo que encadenaba las siglas “CCI-CCN-CNC-CNTE-CONORP-FSM-CCD-UNORCA-UNT-UNTA”, fuerzas políticas convocantes.

Los corresponsales extranjeros, libreta en mano, traducían y deletreaban: Central Campesina Independiente, Central Campesina Nacional, Confederación Nacional Campesina, Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, Consejo Nacional de Organizaciones Rurales y Pesqueras, Frente Sindical Mexicano, Confederación Campesina Democrática, Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas, Unión Nacional de Trabajadores, Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas”.
Pero abajo, en la plancha del Zócalo, sobre la angosta calle Madero, la avenida Juárez y el Paseo de la Reforma ondeaban las banderolas y vibraban los gritos de los trabajadores de todos los ingenios cañeros del país -que se identificaban por una cachucha roja-, los militantes del sindicato de telefonistas y los siempre combativos electricistas, muchos de los cuales desfilaban esta vez con las camisetas de Luz y Fuerza del Centro, tan vapuleada por el huracán del martes pasado y por la prensa de la ultraderecha que aprovechó la magnitud de la desgracia para exigir, ahora sí airadamente, su privatización.

En la esquina de Lázaro Cárdenas y Madero la senadora Rosario Ibarra y un grupo de integrantes del Frente Nacional contra la Represión exigían “la libertad de los presos y desaparecidos políticos de hoy, de ayer y de siempre”. Al que no le calentaba ni el sol de la tarde ni la energía que irradiaban tantas decenas de miles de seres humanos unidos por el afán de mostrar su descontento, era al dirigente campesino Pablo Gómez Caballero, hijo del legendario Pablo Gómez, que en 1966 murió durante el asalto de la Liga Comunista 23 de Septiembre al cuartel de Madera, Chihuahua.
Después de atravesar el país acompañando a los tractores que partieron desde Ciudad Juárez, el dirigente quería denunciar que, a la hora en que la manifestación debía partir de la glorieta del Ángel de la Independencia, encabezada por los vehículos de labranza, otra columna de tractores se adelantó para adueñarse de la descubierta.

Al frente de esas máquinas iba el también líder agrario de Chihuahua, Armando Villarreal Marta, a quien, dijo Gómez Caballero, “lo patrocinan la compañía transnacional Monsanto y la priísta CNC, para que anden por todas partes exigiendo su supuesto derecho a sembrar maíz transgénico”.
Y en efecto, eso era lo que repetían los bien impresos carteles de los primeros tractores: “Por el derecho a sembrar maíz transgénico”. Era lo único que faltaba. Por fortuna, casi nadie se enteró. Los que llegaron al Zócalo -que sigue siendo medio Zócalo, debido al Museo Nómada- se retiraron por 20 de Noviembre. En esos momentos, casi las 5 de la tarde, los últimos contingentes, formados por militantes de El Barzón de Veracruz, cuyas mantas reiteraban la consigna del momento -“Sin maíz no hay país”, a la que añadían “sin frijol tampoco”- continuaban alrededor de la Diana, mientras en Reforma y Juárez un señor clamaba a todo pulmón: “Sin maíz no hay cornflakes”. Más adelante, cerca de una muchacha que iba desnuda, pero con la piel pintada con granos y hojas de elote, un altavoz de los telefonistas rimaba: “Mouriño, araña, regrésate a España”.

Sobre Madero, los trabajadores textiles de Ocotlán, Jalisco, le mentaban la madre en sentidos versos a su patrón, el megaempresario Moisés Saba, y entre contingentes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, el INBA, el Frente Francisco Villa, los indígenas de la sierra mazateca, el Movimiento Los de Abajo, el Comité Mx Ac, Flor y Canto, las logias masónicas del Valle de México, los colonos de Ecatepec, y muchas siglas más, otro altavoz coreaba: “No es Mickey Mouse, tampoco es Topo Gigio, es una pinche rata llamada Felinillo”, y a partir de estas ocurrencias se derivaban múltiples variaciones sobre el mismo tema. En el templete del Zócalo, mientras tanto, en las voces de los múltiples oradores, iban y venían los exhortos a la “unificación de todos los criterios y de todas las luchas -como externó el padre Miguel Concha-, para lograr que el gobierno cambie esta política lesiva a los intereses del pueblo y se haga efectivo el reconocimiento de todas las libertades públicas”.

Hubo pocas alusiones a la inminente privatización de Petróleos Mexicanos y ninguna a la lucha de Andrés Manuel López Obrador, aunque muchos seguidores de éste abuchearon al eterno líder de los trabajadores telefonistas, Francisco Hernández Juárez. En tanto, otras manos quemaban una efigie del secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, aderezada con cuernos de Belcebú, y otros desgarraban una bandera estadunidense que no se dejaba incendiar; múltiples brazos alzaban carteles con la leyenda: “Este es un gobierno milpero: pone mil peros para ayudar a los campesinos”.

Exigen miles la renuncia de Cárdenas Jiménez

Realizan marchas, mítines y bloqueos en el país

Productores agropecuarios solicitan más apoyo federal
Advierten sobre el riesgo de posibles estallidos sociales
De los corresponsales

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Foto: José Carlo González

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Foto: Víctor Camacho

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Miles de productores agropecuarios participaron en la Marcha en Defensa de la Soberanía Alimentaria
Foto: José Carlo González

Miles de campesinos de todo el país alzaron la voz para rechazar la apertura del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que da “el tiro de gracia” al campo mexicano; exigieron la destitución del titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Alberto Cárdenas Jiménez, y advirtieron que en caso de que no se renegocie dicho acuerdo se deja latente el surgimiento de “estallidos sociales”.

La mayoría de los integrantes de organizaciones como el Congreso Agrario Permanente, la Confederación Nacional Campesina y la Central Campesina Cardenista, manifestaron su inconformidad principalmente con la toma de las delegaciones de la Sagarpa en los estados, y acusaron al titular de la dependencia de desconocer la situación agropecuaria de México y de negarse a dialogar.

“¡Sacaremos a ese buey de la Sagarpa, sacaremos a ese buey de la Sagarpa!”, corearon los campesinos que marcharon en la ciudad de Campeche. “Sin maíz no hay país y sin frijol tampoco”, “¡No al TLCAN!” y “Defendamos a la nación”, fueron algunas de las consignas que manifestantes de prácticamente todos los estados de la República gritaron o plasmaron en pancartas. “Alberto Cárdenas, con perdón del burro”, decían tres mantas que cubrían a igual número de asnos que acompañaron en su protesta a casi 500 campesinos de Culiacán, Sinaloa.

Cierran carreteras y puentes internacionales

También hubo marchas -en algunos casos se concentraron en la capital del país para participar en la megamarcha Sin maíz no hay país-, plantones, mítines, clausura simbólica de dependencias, como las secretarías de Economía, Desarrollo Social y de la Reforma Agraria, así como bloqueo de vialidades, cruces fronterizos y puentes internacionales.

Los trabajadores del campo contaron con el apoyo de numerosos contingentes sindicales de maestros, burócratas, telefonistas, universitarios, del Instituto Mexicano del Seguro Social, organizaciones civiles e integrantes de partidos políticos, principalmente de PRD, PRI y PT.
Exigieron más apoyos al sector agropecuario pues, dijeron, se carece de canales adecuados de comercialización, lo que provoca que cada año se pierdan miles de toneladas de diversos productos.

También pidieron que se cumpla en su totalidad el Acuerdo Nacional para el Campo, la aplicación de un programa emergente de empleo formal en zonas expulsoras de mano de obra y la promulgación de un nuevo reglamento interno del Consejo Mexicano para el Desarrollo Rural Sustentable.
Acusaron al gobierno de Felipe Calderón de no hacer lo suficiente para defender a los campesinos mexicanos, quienes ahora se encuentran en desventaja en relación con sus pares de Estados Unidos y Canadá, cuyos gobiernos los apoyan con financiamiento y la entrega de maquinaria.
Criticaron que, por el contrario, el gobierno federal ha desplegado una campaña publicitaria en la que señala que el TLCAN ha posibilitado que haya productos de mejor calidad, sin embargo, “nada se ha hecho para apoyar realmente al campo mexicano”.

Por si fuera poco, señalaron, se han presentado aumentos notorios de combustibles, insumos y productos básicos. Advirtieron que las protestas continuarán y llegarán hasta donde sea necesario, porque “no podemos permitir que el campo mexicano siga siendo arrasado por las políticas neoliberales”, y no descartaron que en breve surjan “estallidos sociales”.
Otras de las organizaciones que participaron en las marchas son la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas, Central Campesina Independiente, El Barzón, Organización Campesina Emiliano Zapata, Coordinadora Nacional Plan de Ayala y la Central Independiente de Organizaciones Indígenas y Campesinas.

L. Chim, M. Sánchez, S. Ocampo, O, Vélez, E. Martínez, L. A. Boffil, A. Mariscal, R. Ramón, J. Valdez, E. Henríquez, S. Maldonado, M. Chávez, M. Diego, J. Chávez, R. Villalpando, C. Bañuelos, D. Carrizales, J. C. Partida, A. T. Morales, C. Camacho, La Jornada Morelos, La Jornada de Oriente y La Jornada San Luis

Los subsidios en EU, veinte veces mayores que en México

A 15 años de TLCAN, crece la brecha en productividad

Israel Rodríguez J.

Después de 14 años de que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la productividad del sector agropecuario mexicano no ha logrado mejorar lo suficiente como para acortar la brecha que existe con los países socios de este acuerdo comercial (Estados Unidos y Canadá), y tampoco se ha mejorado el nivel de ingreso ni los salarios de los trabajadores del campo.

Por otro lado, se ha reducido la participación del sector agropecuario en el producto interno bruto, al pasar de 7.9 por ciento en 1988 a sólo 3.4 en 2005, lo que agravó el desequilibrio estructural de la economía nacional, que se refleja en bajos ingresos y reducción dinámica de los mercados internos, revela un análisis del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP).

Además, las ventajas arancelarias que aparentemente recibió México de parte de sus socios del TLCAN se han erosionado gradualmente por diversos factores, como la revaluación cambiaria, el aumento de subsidios que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Canadá a sus productores agrícolas y los acuerdos comerciales que Washington ha suscrito durante los años de operación del tratado con países cuya producción agropecuaria compite con la mexicana.

El estudio, titulado Los subsidios agrícolas en los países del TLCAN, señala que por esos factores México comenzó a perder presencia en las importaciones agropecuarias de Estados Unidos, incluyendo productos en los que fue exportador de elevada competitividad, como tomate, café y frutas.

El CEFP, organismo dependiente de la Cámara de Diputados, afirma que las barreras no arancelarias y las prácticas desleales de comercio (dumping y subsidios) que utilizan gobiernos y productores agrícolas de los socios de México, es lo que más ha afectado el desarrollo del sector agropecuario, ya que esas prácticas han generado una competencia desleal, en detrimento de los agricultores mexicanos.

Cabe aclarar que los subsidios directos e indirectos son aquellos recursos que otorgan los gobiernos a los productores para facilitarles el acceso a los mercados externos en condiciones ventajosas.

En años recientes, Estados Unidos se consolidó como principal productor y exportador de productos agropecuarios. Se estima que en 2006 el valor total de la producción de ese país ascendió a más de 265 mil millones de dólares, de los cuales 44 por ciento corresponde a bienes agrícolas, 45 a ganaderos y 11 por ciento a productos forestales y servicios.

Debido a los subsidios de Estados Unidos y las quejas de sus socios comerciales, la Organización Mundial de Comercio (OMC) emitió una resolución por la cual se obliga a Washington a limitarlos a un máximo de 55 mil millones de dólares anuales.

Se estima que en 2006 Estados Unidos otorgó subsidios directos e indirectos de 150 dólares por hectárea a cada productor, en promedio, mientras en México fueron de 45 dólares y en Canadá de 52.

Además, ante la caída de los precios internacionales de algunos cereales en 2004, Estados Unidos aplicó otros mecanismos de apoyo, como la eliminación de cuotas al tabaco, que fueron sustituidas por un pago único cada 10 años; se instituyó un fondo de compensación de pérdida de ingresos para lecheros, que se amplió hasta 2007, y se decidió que los pagos a productos como aceite de oliva, lúpulos, algodón y tabaco se incorporarán gradualmente al esquema de pago único a partir de 2006. En tanto, Canadá introdujo en 2004 el programa de Ingresos Agrícolas para otorgar pagos extraordinarios a sus agricultores.

Pese a las limitaciones impuestas por la OMC para la reducción de subsidios, entre 2000 y 2005 Estados Unidos otorgó apoyos agropecuarios por 611 mil 300 millones de dólares, mientras en el mismo periodo los subsidios otorgados por México ascendieron a 46 mil 300 millones de dólares y en Canadá a 51 mil 400 millones.

El estudio señala que los subsidios totales estadunidenses en 2005 fueron casi 20 veces superiores a los que en ese año otorgó México. Para el periodo 2004-2008 se calcula que Estados Unidos subsidie, de acuerdo con la Ley Agrícola de 2002, con más de 150 mil millones de dólares a sus productores agrícolas, mientras en México se prevé que no excederán de 27 mil millones de dólares.

http://www.jornada.unam.mx/2008/02/01/index.ph