Guatemala: Declaración IV Congreso Nacional de Pueblos, Comunidades y Organizaciones
En la ciudad de Guatemala, 756 personas, 389mujeres y 337 hombres de comunidades del norte, oriente, occidente, sur y centro del país, de los pueblos Kaqchikel, Tzutuhil, Mam, Ixil, Kiché, Q’anjob’al, Akateco, Qeqchí, Chuj, Tectiteco, Sipakapense, Poq’omchí, Uspanteco, Chortí, Achí, Pocomam, Xinka, Garífuna y mestizo, de más de 180 organizaciones campesinas y rurales, de pueblos, de mujeres y feministas, organizaciones no gubernamentales, juventudes y niñez, nos auto convocamos a participar en el IV Congreso Nacional de Pueblos, Comunidades y Organizaciones del 7 al 9de agosto de 2014, con la consigna “Desde nuestras raíces, sembramos las semillas para una nueva sociedad, Florecerás Guatemala” y con el objetivo de hacer confluir nuestros caminos en la búsqueda del Buen vivir para la madre naturaleza, los pueblos, las mujeres y hombres que les constituyen, clausuramos nuestro Congreso en el marco del Día Internacional de los Pueblos Originarios, saludando su reivindicación y lucha histórica por la defensa de la vida y la construcción de un mundo más justo y equitativo.
Marcado por una participación mayoritaria de mujeres, una delegación de niñas y niños y una presencia de jóvenes y artistas, realizando el esfuerzo para garantizar la convivencia amistosa sancionando el acoso sexual hacia las mujeres, y generando espacios para la expresión cultural y artística de los pueblos, se vivió en fraternidad y complicidad la construcción de sueños y caminos conjuntos.
Rindiendo homenaje a las luchas históricas de los pueblos originarios que desde su herencia milenaria de sabiduría y relación de profundo respeto a la naturaleza, han resistido para evitar el daño causado por el modelo que sólo ve ganancia en donde lo que hay es vida. Recuperando la herencia, sabiduría y ternura de nuestras y nuestros héroes y mártires rebeldes y revolucionarios que nombraron las injusticias y lucharon para erradicarlas; siguiendo los pasos de las mujeres insurrectas que desde sus cuerpos e ideas irreverentes sembraron las semillas del pensamiento y la acción para el renacer de su existencia; nos congregamos por la imperiosa necesidad de defender la vida en plenitud.
Este modelo patriarcal, colonialista, capitalista-neoliberal con una estrategia extractivista, que se apropia de la energía, el trabajo y los cuerpos de los pueblos -mujeres y hombres-, dura ya más de cinco siglos, provocando solo empobrecimiento y desolación en el país, a lo cual se suma el elevado grado de violencia contra las mujeres e inseguridad ciudadana. La exclusión, racismo, discriminación, segregación cultural, política y económica del conjunto de la población, no hace más que agudizarse. Esto significa que no tenemos educación, salud, empleo digno, vivienda, entre otros elementos del bienestar humano. Las comunidades rurales de Guatemala soportamos en nuestra vida diaria las consecuencias de una alianza entre el Estado militar/policial y el mercado finquero y trasnacional, es decir, acaparamiento de tierras y reorganización económica productiva para conseguir más trabajo por menos salarios; el 88% de la población gana menos del salario mínimo.
El Estado protege, eso sí: a los capitales nacionales y trasnacionales de monocultivos como palma africana, hule, caña de azúcar, industria de minerales, hidrocarburos, hidroeléctricas y al capital prestamista, legal o ilegal, poniendo al servicio de ellos al ejército nacional y permitiendo a través del capital transnacional la importación del sicariato internacional, a lo que se suma a la existencia de ejércitos privados nombrados “empresas de seguridad privada”, que reviven la historia de contrainsurgencia, represión, las prácticas de violación y violencia sexual contra las mujeres y la persecución social con la modalidad de criminalización y judicialización, implicando que más de un centenar de mujeres y hombres estén detenidos, otras y otros con órdenes de captura pendientes en su contra y en procesos judiciales para limitar su derecho a la expresión en la lucha que impulsan por la defensa de los territorios y la vida.
La defensa de los múltiples territorios: cuerpos, tierra, naturaleza, memoria e historia y la promoción de una reforma agraria integral, están ahora entretejidas como nunca antes en la historia de Guatemala. No se pueden defender los territorios si no se transforman las relaciones de poder de dominio cotidianas, se detiene el acaparamiento de tierras y la violencia que la acompaña. Es legal y legítima nuestra aspiración al ejercicio del poder y al ejercicio de la autonomía de nuestros pueblos; es decir, nuestro derecho al ejercicio de formas de vida, cultura y relación con la naturaleza desde nuestra propia cosmovisión e intereses.
Este Congreso ha permitido escuchar las múltiples voces, quienes desde las identidades políticas que les hacen construir conocimientos y propuestas, han decidido poner sus energías en la construcción de una fuerza social que articule los múltiples sueños en las resistencias y construcciones colectivas.
De allí derivamos, que el esfuerzo conjunto se dirige hacia el replanteamiento de las relaciones que existen entre las personas y la naturaleza, entre mujeres y hombres, entre los pueblos que cohabitamos en el territorio y entre personas adultas y niñez. Coincidimos plenamente en la necesidad de repensarnos en términos personales, evidenciando los saldos que el sexismo, el racismo y el clasismo han dejado en nuestros cuerpos y nuestras formas de vivir y de relacionarnos con quiénes nos rodean.
Este ejercicio nos permite decretar que las relaciones deben estar basadas en el bien común, en el reconocimiento de la corresponsabilidad del cuidado de la vida entre hombres y mujeres y en la necesidad de que las nuevas formas de convivencia armónica desestructuren las relaciones de poder de dominio basadas en la propiedad privada. Estas relaciones deben potenciar la libertad, la autonomía, los placeres, la determinación de los pueblos, los cuerpos y los territorios para una vida digna y en armonía, lo que implica desestructurar la violencia contra la naturaleza, las mujeres y los pueblos.
Nos encaminamos conjuntamente al impulso de una Economía para la Vida, que parte del reconocer que las personas somos parte integral de la naturaleza y que las prácticas de dominio sobre ella nos están dejando saldos de muerte. De tal cuenta el reconocimiento y la necesidad de recuperar los conocimientos, sistemas de producción, la ciencia, la pedagogía y el arte de los pueblos originarios, nutren nuestros sueños que ven al pasado para pensar el futuro, constituyéndose en fuente de inspiración para crear las bases de esta propuesta.
Algunas de las guías para la construcción de esta Economía para la vida son la apuesta por la propiedad colectiva; el restablecimiento de la naturaleza después de la contaminación realizada; resaltamos el papel de los pueblos originarios en el impulso y mantenimiento del equilibrio entre las personas, la naturaleza y el cosmos; el reconocimiento a los aportes que las mujeres han hecho al sostenimiento de la vida; la necesaria redistribución entre mujeres y hombres, de las tareas de cuidado en las casas y las comunidades; la producción agroecológica, la recuperación de semillas originarias, la siembra y uso de plantas medicinales; el reconocimiento del papel de las diversas autoridades comunitarias como las comadronas, guías espirituales y el papel de ancianas y ancianos, son algunos de los elementos que constituyen nuestros sueños.
Para ello, se requiere de una nueva forma de organización social y política, a partir de reconocer que las leyes e instituciones actuales no nos sirven para el cuidado de la vida. Por ello requerimos construir esos espacios necesarios para garantizar la construcción de autonomías personales y colectivas. Es necesario resignificar el papel de las familias y constituir nuevas formas para la participación.
La necesidad ineludible de construir una “Nueva organización social y política” que garantice el bien común de las mayorías, sigue siendo uno de los retos mayores en esta coyuntura, al cual decididamente estaremos haciendo frente. Hoy asumimos el desafío de fortalecer nuestros pueblos, comunidades y movimientos, para hacer más sólidas nuestras articulaciones en la búsqueda de la instalación del Buen Vivir como forma de relacionamiento en todos los rincones del país.
Por eso hemos definido el impulso de diversas rutas de acción, que contemplan la resistencia, defensa, lucha, recuperación y mantenimiento de los territorios; la construcción de poder social y popular; el impulso de la economía desde los pueblos; la reconstitución de los pueblos; los desmontajes y desaprendizajes personales y colectivos para la descolonización, despatriarcalización y desmercantilización del pensamiento y del ser. Por último vemos como necesaria la sanación como herramienta política para generar la fortaleza para continuar la lucha.
Este Congreso marca un hito, nos brinda una base indicativa de rutas, es el inicio de otro camino que abre retos para ampliar las concepciones de alianzas con otras y otros, dándoles nuevos contenidos y construyendo perspectivas más abarcadoras, para identificar rutas nuevas, vernos y movernos desde otros lugares, recuperar la necesidad profunda de hacer una fuerza que posibilite los cambios en nuestros territorios.
Por ello hacemos desde ya el llamado a todas las comunidades, pueblos, autoridades ancestrales y organizaciones diversas, artistas, intelectuales, con una filosofía de lucha reivindicativa de las causas sociales, para que se sumen a este sueño de construir una nueva sociedad.
Por el florecimiento de Guatemala
Desde nuestras raíces sembramos las semillas de una nueva sociedad