El Código y la sangre

Por Felipe Milanez* De Terra Magazine

“Cualquier cosa que yo hable, y cualquier cosa que yo escriba, tiene lágrima. Pienso que la tinta, cuando estoy escribiendo, es borrada por la lágrima.” Pausa. Llanto. Lágrimas.

Y doña María continúa: “La osadía es una cosa que alimenta, para mí. Alimenta la lucha.” Más llanto.

Estamos sentados en el balcón de su casa, en el asentamiento agro-extractivista Praia Alta Piranheira. Es un día bonito, sol fuerte, mes de octubre de 2010. “El balcón es la oficina de doña María”, dice su marido, don Zé Cláudio.

Mientras doña María está sentada conversando conmigo, don Zé Cláudio está impaciente. Está nervioso. Sabe que ella habla. Y doña María cuenta las amenazas que han sufrido. Intimidaciones. Advertencias. Las angustias. Los madereros que quieren cortar las castañeras. Los carboneros que quieren hacer carbón.

Los hacendados quieren pasto. Es mujer fuerte. Es sensible. Está concluyendo la maestría para ser docente de grado. “Quiero estudiar nuestro proyecto de asentamiento. Quien viene a hacer investigación aquí, viene y va, no retorna.”Ella quiere hacer un libro porque considera que las historias deben quedar escritas.

Ella me dice cosas muy bonitas, llena de lágrimas.

Cuando se creó este asentamiento, para mí era una cosa tan distante. Y yo soy del campo. Mi papá era del campo, nunca crió vacas, él recogía del monte. Con este proyecto traje, como líder de los pueblos extractivistas, toda mi trayectoria, llegando aquí; esta historia de lucha que estamos construyendo aquí dentro con todas las cosas bonitas, fue un modelo en 1997. Hoy contamos con el Consejo Nacional de los Seringueiros (extractores de caucho) y la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT). Ningún otro nos apoya. Esto fue angustiándome. Surgió entonces la idea de escribir un libro. El proyecto está siendo saqueado a cada momento, la biodiversidad está desapareciendo.

Los demás, simplemente, guardan silencio.

Tiene que quedar una cosa escrita. No puedo yo hacer todo el trabajo para la universidad, sobre todo si se trata de dejar alguna cosa para las futuras generaciones. Si tú volvieras de aquí a un mes, o de aquí a diez años, no importa. El día en que vuelvas aquí vas a encontrar a las mismas personas, un poco más viejas, apenas, ya que a cada día la gente envejece. Pero el monte será el mismo. La idea es esa.

Don Zé Cláudio, un bravo guerrero, estaba molesto con la venta ilegal de madera: “¿quién la compra?” Y se llamaba a sí mismo el verdadero ambientalista: “porque vivo en el monte, vivo de él y no lo vendo.”

La pareja fue asesinada en la mañana de este martes, 24 de mayo, alrededor de las 7:30, como a 8 Km. de su casa, mientras iban a Marabá. La presidenta Dilma Rousseff mandó a que la Policía Federal investigase –mandar a la Policía investigar un crimen sería necesario solo si no existiese una ley que obligara a ello. Pero hubiera sido mejor que Planalto (la sede del Poder Ejecutivo) mandara a algún representante para acompañar las investigaciones, en el lugar de los hechos, tal como ocurrió cuando el asesinato de la hermana religiosa Dorothy Stang.

Ese mismo día del crimen, a la noche, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto del nuevo Código Forestal.

En la plenaria, el diputado Sarney Filho (Partido Verde), leyó párrafos de un reportaje que escribí sobre don Zé Cláudio (http://www.viceland.com/blogs/br/2010/10/28/ze-claudio-e-a-majestade/ ). En el mismo, Zé Cláudio decía amar el monte, y quería que sus cenizas fuesen enterradas junto a la “Majestad” –la linda e imponente castañera que todavía está de pie, dentro de su lote. Muchos en la plenaria se emocionaron. Algunos lloraron. Como yo mismo lloro cuando releo ese texto. Como las lágrimas que están en el teclado cuando escribo este texto.

El asesinato de la pareja podría convertirlos en mártires del monte. Pero en ese mismo día, los representantes de la nación prefirieron apuntar un camino diferente para el futuro: aquel donde la floresta, si continuara existiendo, no tendrá importancia para los brasileños y las brasileñas. Donde la biodiversidad, que tanto amaban don Zé Cláudio Ribeiro da Silva y doña María do Espírito Santo, corre el riesgo de ser reducida a pasto y vaca, en un campo marcado de sangre.

Felipe Milanez es periodista y abogado, tiene una maestría en Ciencias Políticas por la Universidad de Toulouse, Francia. Fue editor de la revista “Brasil indígena”, de la Funai, y de la revista “National Geographic”, de Brasil, trabajos en los cuales se especializó en admirar y respetar el Brasil profundo y multiétnico (felipemilanez@terra.com.br)