El acuerdo comercial CETA amenaza a las pequeñas y medianas granjas ganaderas en Italia: ARI
¿ACUERDOS DE LIBRE COMERCIO? ¡NO GRACIAS! LA SOLUCIÓN ES LA AGRICULTURA CAMPESINA
Mientras continúan las protestas de los tractores en Italia y en Europa, y la Comisión Europea, doblegándose a las exigencias del agronegocio, da marcha atrás en el compromiso medioambiental adquirido con el Green Deal, en la Associazione Rurale Italiana (ARI) estamos llamados a declarar ante la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Diputados para debatir sobre el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA), el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Canadá.
La audiencia informal fue convocada en el contexto de la discusión sobre el proyecto de ley C. 676 (UE-Canadá) Ratificación y aplicación de los Acuerdos entre la Unión Europea y Canadá en el marco del CETA.
El 21 de febrero, presentamos nuestra posición sobre el CETA y los acuerdos de libre comercio en general, que Europa sigue impulsando como solución a la crisis alimentaria. Aquí puedes leer y descargar la nota informativa enviada a los diputados y las bases de nuestra intervención.
Entre los puntos clave, destacamos el profundo daño que el CETA causa a las pequeñas y medianas granjas ganaderas en Italia; los riesgos de un mayor refuerzo económico (y por tanto decisorio) de un único grupo industrial sobre todo el sector lácteo; la competencia desleal entre los productos importados, especialmente los cereales; el impacto sobre los productos italianos aún certificados “libres de OMG”, que pueden estar contaminados por semillas y materiales reproductivos importados de Canadá. Además, al prever la posible comercialización de carne de ganado clonado, advertimos del impacto negativo sobre los consumidores, privados de la posibilidad de elegir entre distintos tipos de carne.
En conclusión, hacíamos hincapié en cómo “la liberalización del comercio entre dos países con fuertes estructuras de producción agrícola sólo beneficia a un pequeño número de empresas agroalimentarias, que en Italia son empresas multinacionales, algunas de las cuales tienen su sede legal y la propiedad mayoritaria fuera de la propia Italia.”
En línea con lxs campesinxs de la Coordinadora Europea Vía Campesina que también protestaron en Bruselas el 26 de febrero, ARI pide una fuerte regulación del mercado interno, el fin de todos los acuerdos de libre comercio, la aplicación efectiva de la directiva sobre Prácticas Comerciales Desleales (UTP) y la prohibición de vender por debajo de los costes de producción para garantizar precios e ingresos justos a lxs productorxs de alimentos. El problema central de las políticas alimentarias europeas no son las medidas medioambientales previstas por el Green Deal, sino el hecho de que están hechas ad hoc para las multinacionales del agronegocio y para una economía de explotación y competencia que perjudica a lxs agricultorxs tanto en Europa como en el Sur Global. Necesitamos un nuevo modelo de comercio internacional basado en los principios de la soberanía alimentaria y la solidaridad internacional, y el movimiento campesino desempeñará un papel fundamental en su construcción y defensa.
Estas son las posiciones que también llevamos a una reunión informal con los presidentes de la Comisión de Agricultura, que tuvo lugar el 22 de febrero, a la que fuimos convocados en el contexto de las protestas de los tractores para un debate promovido por la ONG FairWatch. En esta reunión, reiteramos la urgencia de leyes y acciones de apoyo a la agricultura campesina, que por sí sola alimenta a cerca de un tercio de la población italiana.
En este momento caracterizado por una fuerte crisis de representatividad en el que lxs productorxs ya no se reconocen en sus propias asociaciones gremiales, tener voz directa dentro de las instituciones es más urgente que nunca. Tenemos que defender los pocos espacios que quedan y seguir denunciando el poder de las multinacionales en los procesos de toma de decisiones.
Al mismo tiempo, reconocemos la importancia del diálogo con otros productorxs y con otras partes de la sociedad civil, así como las sinergias que pueden y deben crearse con otros movimientos que reclaman justicia climática, laboral y social.
Producimos alimentos, ¡no los fabricamos!
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