Túnez, Las migraciones vistas por el campesinado
La experiencia de La Vía Campesina en el FSM
(Túnez,30 de Marzo de 2013) En la mañana del último día del Foro Social Mundial en Túnez, que tuvo lugar del 26 al 30 de marzo de 2013, el delegado de La Vía Campesina Mohammed Hakech, de Marruecos, fue el último ponente en una sesión dirigida a contestar el discurso dominante sobre las migraciones.
Hakech estuvo acompañado en el Anfiteatro 6 por otros tres oradores, cada uno de los cuales examinó, a la luz de sus experiencias en tres continentes, las causas y consecuencias de la inmigración en el contexto de desigualdad en el planeta y la gran presión a la que están sometidos los campesinos.
En su visión dominante sobre la inmigración, la Unión Europea se siente amenazada por lo que percibe como avalanchas de invasores extranjeros. En la UE hay un anuncio televisivo muy ilustrativo sobre las migraciones y sobre la relación de Europa con sus países vecinos, en el que aparece Uma Thurman en Kill Bill, luchando en una sucesión de asaltos contra varios estereotipos raciales de lo más descarado: un ninja asiático, un sultán árabe y un señor de la guerra africano.
Pero esta realidad es muy distinta cuando se observa con los pies en el suelo. Los flujos de migración están estrechamente asociados, como no puede ser de otra manera, a las dinámicas de privatización e industrialización, y a la creación de un mercado globalizado que roba la esperanza a los “náufragos de la tierra”. Awa Djigal, de Senegal, y Nandini Singagowda, de India, son dos mujeres campesinas que luchan contra la destrucción de la agricultura campesina. Sus respectivos hogares están muy lejos el uno del otro, pero sus experiencias están unidas por el sufrimiento común de los campesinos que se ven forzados a abandonar su tierra a causa del acaparamiento de tierras, la agresiva expansión de la agroindustria, los crecientes costes de producción, y la competencia desleal a base de importaciones subsidiadas, sin mencionar la amenaza creciente del cambio climático.
Desde la imposición de los planes de ajustes estructurales en el Sur en los años 80 y 90 (los recortes del gasto social, el abandono de la protección arancelaria de la producción nacional y la privatización de los bienes públicos vitales), el ataque a la existencia económica, social y cultural del campesinado ha sido continuo. Las familias campesinas han perdido respaldo social y han quedado a merced de las condiciones más duras.
Los campesinos y campesinas son expulsados de sus tierras para luego ser invitados a volver con nuevas condiciones como trabajadores agrícolas, o sea, como la mano de obra barata que necesitan la agroindustria y sus grandes explotaciones. Mohammed Hakech explicó este proceso de proletarización, en el que los campesinos pierden su autonomía y su independencia, y se convierten en empleados de los nuevos latifundios, completamente dependientes de la voluntad y el poder del patrón.
En otros casos, los hombres se ven forzados a abandonar a los suyos y su tierra para buscar oportunidades en otras partes, ya sea en las ciudades o en países del extranjero a donde únicamente se puede llegar después de un viaje caro y peligroso en bote.
La transformación hacia una agricultura industrializada y dependiente del petróleo representa un paso más hacia el completo desmantelamiento de la sociedad rural. Nandini Singagowda explicó cómo se han suicidado más de 200 000 campesinos en India, que en muchos de estos casos se ven abocados a quitarse la vida bebiendo los mismos pesticidas y fertilizantes que primero la Revolución Verde ha transformado en un insumo esencial y luego el oligopolio de las empresas transnacionales ha tornado inaccesibles económicamente. Al mismo tiempo, las mujeres que se quedan en las zonas rurales con una renta pequeña o nula a menudo entran en el círculo vicioso de la prostitución, otra de las plagas de la modernidad que está comprometiendo seriamente la cohesión social en aldeas y pueblos.
Nicolas Duntze, uno de los líderes de la Confederation Paysanne y miembro de La Vía Campesina en Francia, completó el panorama describiendo la situación de miles y miles de trabajadores inmigrantes que trabajan muy duro en las granjas de tomates del sur de Europa, donde se paga mal y no existe una protección jurídica adecuada. Muchos vienen de África, pero cada vez más también de los nuevos países miembros de la Unión Europea, trabajadores estacionales que suponen un reto para los mecanismos tradicionales de protección sindical debido a la espiral descendente de competencia por estos trabajos tan mal pagados a la que les conduce sin cesar la poderosa agroindustria. Y eso sin hablar de los casos de racismo y la discriminación que sufren las mujeres a diario.1
La red global de más de 200 millones de campesinos agrupados en La Vía Campesina intenta convertirse en un instrumento de resistencia contra las consecuencias de la industrialización y una fuente de formas alternativas de producción.
Los campesinos del Norte global y del Sur por igual deberán combinar su lucha, porque su sufrimiento tiene raíces comunes que solo se podrán erradicar a través de la acción colectiva.
Los campesinos de países nuevos y antiguos en Europa necesitan cooperar y crear una fuerte red en defensa de su singularidad y de su futuro, de igual manera que es necesario crear un fuerte vínculo entre el Norte global y el Sur. Sin embargo, la mayor presión hay que ejercerla sobre un núcleo de países donde radican los centros de poder económico y político y cuyas decisiones pueden ayudar a cambiar las cosas más allá de sus fronteras. Debemos reforzar la alianza global del campesinado y los pequeños productores que representa La Vía Campesina, y debemos utilizar su fuerza para conseguir una contratransformación del marco económico y social. El abandono de la industrialización, y de la exclusión y la explotación que genera, es la única manera de garantizar el respeto a la población y al medio ambiente.
“El movimiento es un componente clave de la naturaleza humana. El concepto actual de Migración es una construcción de la modernidad: de algo natural las migraciones se han transformado en un delito, una ficción legal que fuerza a nuestros hermanas y hermanos a lanzarse a una mortífera carrera hacia el precipicio, y que proporciona a la agroindustria la mano barata que necesita.”
1Marco Revelli, Poveri, Noi (Einaudi, 2010).