¡Por un modelo agrícola sostenible en Europa!
Por Francisco Contreras, presidente saliente de Solidaridad Suecia-América Latina (SAL)
La política agraria de la Unión Europea no es sostenible. La actual Política Agrícola Común de la Unión Europea (PAC) acapara más del 40% del presupuesto total de la Unión Europea (UE). A pesar de esas gigantescas sumas invertidas, esta política no contribuye al desarrollo de una agricultura sostenible a largo plazo y no concuerda con otros temas prioritarios tales como las políticas climáticas y ambientales así como la cooperación internacional para el desarrollo. Lamentablemente, el debate en torno a PAC y a una alternativa sostenible está ausente en la campaña electoral rumbo a las próximas elecciones al Parlamento Europeo que se llevarán a cabo este 25 de mayo.
Desde Suecia se escuchan críticas contra el proteccionismo y la política de subsidios de la Unión Europea, sin embargo, estas críticas muy rara vez se enfocan en la agricultura industrial y lo que acarrea el uso intensivo de químicos, la dependencia de combustibles fósiles, la ganadería a gran escala y el uso excesivo de fertilizantes. Quienes levantan las banderas del libre comercio como una alternativa para el desarrollo agrícola están ignorando el problema ambiental que genera el sistema alimentario agroindustrial que actualmente controla el mercado internacional de alimentos.
Las grandes trasnacionales productoras de alimentos quieren sustituir a PAC con un mercado libre sin regularizaciones ni restricciones, en el cual se le piensa dar paso al cultivo de transgénicos (OGM) y a una agricultura a gran escala para la exportación. Esta posible reforma a PAC está en la mesa de negociones para el tratado de libre comercio que se esta planteando entre la Unión Europea y los EEUU (TTIP). Si esta reforma llega a prosperar, seguramente afectaría a la política de subsidios, pero sobre todo, afianzaría el control de las transnacionales sobre la producción de alimentos.
Hoy en día, diez grandes empresas transnacionales controlan el 67% del mercado global de semillas, de las cuales tres, Monsanto, DuPont y Syngenta, tienen las patentes del 47% de las semillas registradas en el mundo. TTIP también permitiría a las grandes empresas evadir objetivos y políticas nacionales basadas en convenciones internacionales, como el derecho a la alimentación y a un medio ambiente sano. Otro ejemplo de la ofensiva de las transnacionales es la propuesta de ley, recientemente rechazada por el Parlamento Europeo, que tenía como propósito exigir el registro de semillas y plantas dentro de la UE, lo cual daría paso a la criminalización de la producción agrícola no comercial a pequeña escala y de los minifundios.
Como polo opuesto al modelo agroindustrial está La Vía Campesina (LVC), un movimiento campesino internacional que aboga por una producción agrícola a pequeña escala y respetando el medio ambiente. Este movimiento está en contra de que Monsanto y otras empresas transnacionales tengan el control absoluto sobre la producción de alimentos, anteponiendo el derecho a la alimentación a la acumulación de capital. Esto implica que la agricultura debe en primer lugar producir alimentos para la población local y en segundo lugar para la exportación, sin que estos hayan sido genéticamente modificados o contaminados con agrotóxicos. Para LVC la crisis alimentaria no se resuelve con el aumento de la producción, sino con una distribución equitativa de los alimentos sanos.
Para La Vía Campesina, la soberanía alimentaria es la única alternativa viable al actual modelo capitalista. Esta alternativa pone en el centro a los que producen, distribuyen y consumen alimentos, incluyendo siempre la sabiduría ancestral de los pueblos y métodos agroecológicos acordes al medio ambiento. En Europa hay algunas iniciativas que comparten esta visión, tales como la existencia de redes de pequeños agricultores y de colectivos que manejan cultivos ecológicos urbanos, además de la creciente demanda por alimentos producidos localmente.
La soberanía alimentaria y la agricultura ecológica a pequeña escala tienen además una dimensión internacional que va más allá de las fronteras de Europa. Según la FAO, la agricultura familiar es el medio más eficiente para reducir la pobreza y contribuir a frenar el cambio climático en el mundo, por esa razón, es necesario cambiar el actual modelo agroindustrial por un modelo inspirado en la soberanía alimentaria. Actualmente, La UE importa productos agrícolas por más de 80 mil millones de euros al año, lo cual compromete el libre acceso a comida sana y genera daños en el medio ambiente.
Por su importancia, la Política Agrícola Común de la Unión Europea tiene que ser un tema central en el debate político rumbo a las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Debemos exigir que los candidatos se manifiesten a favor de una producción de alimentos moderna y sostenible.