La Vía Campesina: ¡Alto a la crisis alimentaria! ¡Soberanía Alimentaria, ya!
(Bagnolet, 3 de Junio de 2022) “Globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza”; esta consigna nos ha dado unidad en estos 30 años de historia de La Vía Campesina. Nos ha guiado en la lucha incesante contra la intervención de la Organización Mundial del Comercio (OMC), contra la comercialización de alimentos al servicio de las grandes corporaciones capitalistas, que han transformado los alimentos en mercancías, y en la lucha por la Soberanía Alimentaria. Pero hoy, se presentan nuevos desafíos. Las crisis de hambre están estallando en varios países del mundo. Frente a esto, La Vía Campesina comparte su análisis de la situación y sus demandas por un cambio urgente y radical en las políticas internacionales y nacionales.
Crisis simultánea…
Vivimos hoy, en todo el mundo, en medio de crisis simultáneas, graves, intensas y prolongadas, con cambios muy rápidos en la correlación de fuerzas y en la lucha política. Una crisis económica profunda y estructural que afecta a los principales países del centro capitalista y a los países pobres y en vías de desarrollo. Llamamos a esta crisis estructural porque es el resultado del modo de organización del sistema y no es posible superarla sin confrontar las bases del propio capitalismo. Esta crisis aparece y se profundiza en la economía, las desigualdades sociales, los límites de la democracia burguesa, la inoperancia del Estado, el peso insostenible de la deuda pública, el ataque a la soberanía de los pueblos y una verdadera crisis de valores civilizatorios. Donde en diversas regiones del planeta emerge la barbarie, en forma de odio, violencia, guerras y prédicas fascistas.
Crisis ambiental
Vivimos una crisis ambiental que es parte de esta crisis estructural. Se agrava porque es consecuencia de las agresiones cotidianas que los capitalistas realizan contra la naturaleza, que se intensifica con la crisis, tratando de privatizar los bienes comunes y, en especial, apropiándose de los minerales, el agua, los bosques, la biodiversidad para transformarlos en mercancías y obtener un beneficio extraordinario, ingresos que no tendrían en las fábricas, el comercio o incluso con la especulación financiera.
Por eso, la Conferencia COP26, convocada para discutir la crisis climática, fue un fracaso, porque los capitalistas no quieren renunciar a sus ganancias para salvar la naturaleza y el planeta. En cambio, lo único que pretenden es crear mecanismos de bonos de carbono para disputar las ganancias obtenidas en la naturaleza entre la propia burguesía. Y con esto, nuestro planeta ya está en estado de alerta, porque muchas especies ya están desapareciendo, y tras el aumento de las temperaturas y el dióxido de carbono en la atmósfera, el propio ser humano corre riesgo de sobrevivir.
Crisis sanitaria
Sumado a la crisis estructural del capitalismo que ya estaba instalada, la irrupción del Covid-19 generó una enorme desorganización y aumento de las desigualdades a nivel mundial.
Las personas de bajos ingresos han sido las más vulnerables al COVID-19, tanto porque la mayoría de los gobiernos no han proporcionado los medios suficientes para que la gente se quede en casa, por lo que la gente más pobre tuvo que seguir trabajando y se enfrentó al virus, pero también por las enormes desigualdades en el acceso a los servicios sanitarios, dispositivos de protección, como mascarillas o gel hidroalcohólico y vacunas. Esta desigualdad fue tanto al interior de los países como a nivel internacional, porque las grandes industrias médicas y farmacéuticas siguen la lógica de la mera ganancia y no de salvar vidas, y destinaban los medicamentos solo para los países ricos.
Y así, la crisis se ha profundizado en todas sus dimensiones económicas, sociales y ambientales. Por lo tanto, en lugar de enfrentar las verdaderas causas de la crisis, el propio sistema, lo que hacen los capitalistas es acelerar la destrucción de la naturaleza para producir más bienes y trasladar la factura de la crisis a lxs trabajadores y trabajadoras quitándoles derechos, aumentando la explotación y represión, reduciendo los salarios, etc.
Guerras y crisis geopolítica
Sumado a todo esto, estamos en medio de varias guerras, en Yemen, Palestina, Siria, Libia y, por último, en Ucrania. El estallido de la guerra en Ucrania crea importantes amenazas geopolíticas, tanto en Europa como en el mundo.
Lo más importante en tiempos de guerra para La Vía Campesina es defender los principios que políticamente nos han llevado hasta el día de hoy y que son determinantes y fundamentales para nuestra posición. Estos principios están incorporados en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de lxs campesinxs y otras personas que trabajan en las zonas rurales. El primero es la defensa intransigente de la vida y la paz. El segundo es la defensa de la soberanía de los pueblos, o naciones, contra las guerras y contra la destrucción de las estructuras sociales.
La principal consecuencia de estas guerras es la pérdida de muchas vidas humanas, tomadas por causas casi siempre ajenas a su vida cotidiana. Millones de personas son mutiladas por la guerra, tanto física como psicológicamente debido al trauma de la pérdida de familiares y amigxs, la destrucción de su espacio vital y el sentimiento de miedo y frustración por haber abandonado su tierra, sin nada, dejando atrás todo lo que habían construido para huir de la guerra y tratar de salvar sus vidas y las de sus familias.
El mundo sufrirá consecuencias en varios niveles, como un recrudecimiento de la crisis económica, que experimentamos desde 2008, pero que, con la guerra, tiende a aumentar en intensidad. Sin duda, esto tendrá consecuencias directas e indirectas en muchas áreas, pero especialmente en la producción de alimentos. Esto significa una crisis de abastecimiento, aumento de los precios de los alimentos, aumento de la inflación y una posible suba del valor del dólar. La tendencia es que la crisis económica se extienda a todos los países a medida que la guerra se vuelva más grave y se prolongue. A menudo se dice que “sabemos cuándo comienza una guerra, pero no podemos predecir cuándo, ni cómo terminará”.
… dirigiéndose a una posible crisis alimentaria mundial
Aún es demasiado pronto para predecir cuáles serán las consecuencias de la guerra o el desarrollo de la guerra, más allá de en Europa, en la política, en la economía, en las disputas geopolíticas y para la agricultura.
Sin embargo, estas diferentes crisis tienen graves consecuencias en los sistemas alimentarios de todo el mundo, principalmente porque los gobiernos, las transnacionales y las instituciones internacionales han dado prioridad al desarrollo de la importación y exportación de alimentos y productos agrícolas en lugar de apoyar sistemas alimentarios locales y nacionales estables destinados a producir alimentos saludables para la gente. Esto ha creado una dependencia con los mercados internacionales.
Todavía hoy, más del 85 % de la producción agrícola no se comercializa internacionalmente. Lo que experimentamos es una crisis del sistema alimentario capitalista globalizado e industrializado, mientras que los sistemas alimentarios campesinos locales están mostrando su resiliencia.
Actualmente, la crisis no está ligada a la escasez de alimentos a nivel mundial, sino a la especulación de los precios. Los países que se han transformado en países dependientes de la importación de alimentos ahora no pueden pagar los precios altísimos a los que actualmente se venden los cereales en los mercados internacionales. Podemos decir que lamentablemente la lujuria del capital nos puede llevar a una crisis en la distribución de alimentos en el mundo y ciertamente a un aumento del hambre, especialmente en países que ya están sufriendo de hambruna. La agricultura en el mundo produce lo suficiente para soportar un período más largo de crisis, el problema no es la falta de alimentos, sino el hecho de que las grandes empresas capitalistas que dominan el mercado financiero y de distribución mundial han transformado el comercio de alimentos y productos agrícolas en un mercado altamente especulativo. La mayoría de los “productos básicos” negociados internacionalmente ahora están sujetos a contratos a futuro que pueden intercambiarse en el mercado de valores varios cientos de veces al día. El precio al que finalmente se venden estos productos a los países que los necesitan para alimentar a su población no tiene relación con los verdaderos costos de producción, ni con la capacidad de compra de los países importadores.
Además, en un intento cínico de aprovechar la guerra en Ucrania, EE. UU., Canadá y la UE ahora piden un aumento sin precedentes en la producción de granos, no tanto para alimentar a las personas en los países importadores de alimentos, sino para captar nuevos mercados que solían ser abastecidos por Rusia o Ucrania.
La mayoría de las políticas que aseguraban una protección frente a crisis internacionales o nacionales (desastres naturales, pandemias, guerras o conflictos internacionales…) como el acopio y almacenamiento público estratégico, el control regulatorio de existencias, la regulación del mercado u otras políticas públicas necesarias han sido desmanteladas progresivamente durante la última década a través de la presión del FMI, el Banco Mundial, la OMC y los acuerdos bilaterales de libre comercio. Esta estrategia, parte constitutiva de los procedimientos estratégicos de defensa de la soberanía nacional, ha sido siempre tarea de los Estados. Sin embargo, el neoliberalismo, como modelo de desarrollo capitalista, implementado en la mayoría de las naciones en las décadas de 1980 y 1990, promovió, en nombre de la globalización económica: la apertura total de las fronteras para la libre circulación de mercancías controladas por las grandes corporaciones capitalistas y la privatización de las estructuras y logística de almacenaje y control de stock.
Como resultado de este proceso, la mayoría de las naciones se han convertido en rehenes del mercado y de los intereses de las grandes cooperativas transnacionales, que controlan la producción, el almacenamiento, la industrialización, el financiamiento y la distribución del mercado mundial de alimentos. La tarea de almacenamiento estratégico y control de stock de alimentos ahora pertenece al mercado, al servicio del capital, por lo que es nuestro desafío retomar en todos los países la construcción de stocks provenientes de la agricultura campesina, así como la comercialización de alimentos entre países, que debe realizarse con nuevos parámetros y normativas.
Mientras la agroindustria avanza hacia la digitalización de la agricultura con tecnología 4.0, nosotrxs hemos obtenido la aprobación en 2018 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de lxs Campesinxs y otras personas que trabajan en las zonas rurales. Este momento histórico, se presenta como una oportunidad para denunciar el agotamiento del modelo productivo basado en el paquete tecnológico, y presentar al campesinado como la alternativa de presente y futuro. Producir alimentos sanos, proteger la naturaleza y crear nuevas relaciones sociales en el campo, vida digna, soberanía alimentaria y soberanía de los pueblos. Debemos tener en cuenta que las nuevas tecnologías conducen al desempleo y al vaciamiento del campo de personas, de campesinxs, fomentando la migración forzada y la miseria.
Propuestas de La Vía Campesina para enfrentar la actual crisis alimentaria y avanzar hacia la Soberanía Alimentaria
Frente a este dramático contexto, La Vía Campesina expresa fuertes demandas y propuestas para enfrentar la crisis, tanto a corto como a largo plazo.
Demandamos acción inmediata por:
1-El fin de la especulación con los productos alimenticios y la suspensión de la cotización de los productos alimenticios en las bolsas de valores. Los contratos futuros sobre productos agrícolas deberían prohibirse inmediatamente. El precio de los alimentos comercializados internacionalmente debe estar vinculado a los costos de producción y seguir los principios del comercio justo, tanto para lxs productorxs como para lxs consumidorxs;
2-El fin de la Organización Mundial de Comercio en el control del comercio de alimentos, así como los tratados de libre comercio. En particular, las normas penales de la OMC que impiden a los países desarrollar reservas públicas de alimentos y la regulación de precios y mercados deben eliminarse de inmediato, para que los países puedan desarrollar las políticas públicas necesarias para apoyar a lxs productorxs de alimentos a pequeña escala en este difícil contexto;
3-Una reunión de emergencia del Comité de Seguridad Alimentaria y la creación de un nuevo organismo internacional para llevar a cabo negociaciones transparentes sobre acuerdos de productos básicos entre países exportadores e importadores, para que los países que se han vuelto dependientes de las importaciones de alimentos puedan tener acceso a alimentos a un precio accesible;
4-La prohibición del uso de productos agrícolas para producir agrocombustibles o energía. La comida debe ser una prioridad absoluta por sobre el combustible.
5-Una moratoria global en el pago de la deuda pública por parte de los países más vulnerables. En el contexto actual, presionar a algunos países muy vulnerables para que paguen la deuda es una gran irresponsabilidad y está desembocando en una crisis alimentaria. Hacemos un llamado al fin de las presiones del Fondo Monetario Internacional, FMI, para desmantelar las políticas públicas nacionales y los servicios públicos y a la cancelación de la deuda pública externa ilegítima en los países en desarrollo.
Exigimos cambios radicales en las políticas internacionales, regionales y nacionales para reconstruir la soberanía alimentaria a través de:
1-Un cambio radical en el orden comercial internacional. La OMC debe ser desmantelada. Un nuevo marco internacional para el comercio y la agricultura, basado en la soberanía alimentaria, debe abrir el camino para el fortalecimiento de la agricultura campesina local y nacional, para asegurar una base estable para una producción de alimentos relocalizada, el apoyo a los mercados liderados por campesinxs locales y nacionales, así como en cuanto a asegurar un sistema de comercio internacional justo basado en la cooperación y la solidaridad en lugar de la competencia y la especulación;
2-La implementación de la Reforma Agraria Popular e integral, para detener el acaparamiento de agua, semillas y tierras por parte de las transnacionales, y garantizar a lxs pequeñxs productorxs derechos justos sobre los recursos productivos. Protestamos contra la privatización y el acaparamiento de ecosistemas y recursos naturales por intereses corporativos bajo el pretexto de la protección de la naturaleza, a través de mercados de carbono u otros programas de compensación de biodiversidad, sin consideración a las personas que viven en los territorios y que han estado cuidando de los recursos por generaciones;
3-Un giro radical hacia la agroecología, con el fin de producir alimentos sanos en cantidad y calidad para toda la población. Debemos tener en cuenta que la crisis climática y medioambiental será nuestro gran reto en el contexto actual y debemos afrontar el desafío de producir suficientes alimentos de calidad mientras reanimamos la biodiversidad y reducimos drásticamente las emisiones de GEI.
4-Una regulación efectiva del mercado de insumos (créditos, fertilizantes, pesticidas, semillas, combustible…) para apoyar la capacidad de lxs campesinxs para producir alimentos, pero también para asegurar una transición justa y bien planificada hacia más prácticas de agricultura agroecológica;
5-Una gobernanza alimentaria basada en la gente, no en las transnacionales. A nivel mundial, regional, nacional y local, se debe detener la captura de la gobernanza alimentaria por parte de las transnacionales y se debe poner el interés de la gente en el centro. Se les debe reconocer a lxs pequeñxs productorxs un papel clave que ocupan en todos los organismos de la gobernanza alimentaria;
6-La transformación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de lxs Campesinxs en un instrumento jurídicamente vinculante para la defensa de los pueblos rurales.
7-El desarrollo en cada país de las capacidades públicas de almacenamiento. La estrategia de acumulación de alimentos debe llevarse a cabo tanto a nivel nacional, como a través de la creación y el apoyo público a reservas de alimentos a nivel comunitario con alimentos producidos localmente provenientes de prácticas agrícolas agroecológicas;
8-Una moratoria global sobre tecnologías peligrosas que amenazan a la humanidad, como la geoingeniería, los transgénicos o la carne celular. La promoción de técnicas de bajo costo que incrementen la autonomía campesina y de las semillas campesinas.
9-El desarrollo de políticas públicas para asegurar nuevas relaciones entre quienes producen alimentos y quienes los consumen, quienes viven en las áreas rurales y quienes viven en las áreas urbanas, garantizando precios justos definidos en base al costo de producción, que permitan ingresos dignos para todxs lxs que producen en el campo y un acceso justo a alimentos saludables para lxs consumidorxs;
10-La promoción de nuevas relaciones de género basadas en la igualdad y el respeto, tanto para las personas que viven en el campo como entre la clase trabajadora urbana. La violencia contra las mujeres y diversidades debe cesar ya.