La soberanía alimentaria basada en agriculturas rurales

Maputo, Mozambique, 19 de octubre. Día de poesía y negritud, de remembranza: de cómo del miedo se ha dado paso a la determinación de lucha, de cómo de la vergüenza se ha transitado a la autoestima honrosa. Día de invocar al viejo colonialismo y sus nuevas formas de expresión. Día en el que los fantasmas de Samora Machel, Aimé Césaire, y Amilcar Cabral se pasearon por Maputo. Día en que la quinta conferencia de Vía Campesina se inauguró formalmente, después de tres días de trabajo, con la presencia del presidente de Mozambique, Armando Emilio Guebuza.

El encuentro fue, también, el lugar para presenciar un cortés desencuentro entre el mandatario mozambiqueño y la organización internacional sobre la conveniencia de una nueva revolución verde en el campo de ese país. Mientras que el mandatario abogó por ella como un camino para conducir a los labriegos por la ruta de la agricultura comercial, los representantes de la Vía defendieron la soberanía alimentaria basada en la promoción de la agricultura campesina.

Un desencuentro explicable. El presidente Guebunza pertenece al Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) que dirigió la lucha armada contra el colonialismo portugués e intentó construir el socialismo y ahora gestiona un gobierno presionado por los organismos financieros multilaterales. Aunque desde el inicio de la República ese partido sigue en el poder, la experiencia emancipatoria fue cancelada con la caída del Muro de Berlín en 1989. Le sobreviven calles con el nombre de Karl Marx o Mao Tse Tung y la propiedad estatal de la tierra, defendida por los campesinos.

La inauguración fue, además, el escenario obligado para rememorar al primer presidente de Mozambique, Samor Machel, fallecido el 19 de octubre de 1986, cuando su avión se estrelló al regreso de un viaje a Zambia. Dirigente del Frelimo, formado en el marxismo, Machel condujo a su país en la ruta del poder popular y la economía planificada. El gobierno mozambiqueño de Joaquim Chissano acusó a Sudáfrica de ser responsable del magnicidio, pero el crimen jamás fue investigado. En el encuentro, el presidente Guebuza volvió a exigir el esclarecimiento de la verdad sobre esa muerte.

La reunión comenzó entre sonidos de marimba y tambores y cánticos entonados por un coro de 15 personas, en su mayoría mujeres. Colgadas en el techo del auditorio, 35 banderas nacionales y estandartes de las organizaciones campesinas cruzaban el auditorio.

Un enorme batik, de casi seis metros de alto y tres de ancho, fue colocado de espaldas al presidium, rodeado de varias cortinas de pequeños carrizos, similar a los capizayos oaxaqueños. En él se representa a un hombre y una mujer africanos con la espalda desnuda, agarrados de la mano, que sostienen con su brazo libre un mundo redondo, en el que aparecen los cinco continentes. Una manta anunció el lema del congreso: “Soberanía alimentaria, ahora con lucha y unidad de los pueblos”.

La reunión se dio tiempo para la música y la poesía. “Me siento muy orgulloso de ser africano/ mis antepasados todos nacieron aquí/ son hijos legítimos de un mundo real/ ¡Viva! ¡Viva mi reina África!”, entonó el coro a capela. Más adelante, ente tambores y bailes guerreros, un grupo de danzantes ataviados como guerreros cantó: “Yo soy cantor/ fui poesía”, mientras el narrador contaba la historia de África, la opresión colonial y la lucha por la independencia. Finalmente, un grupo de campesinos anunció su disposición a sembrar el mundo con las flores de la vida.

Se generó una atmósfera que parecía inspirada en el político y poeta, forjador de la negritud, Aimé Césaire, quien escribió: “… sabéis que no es por odio contra las otras razas/ que me obligo a ser cavador de esta única raza/ que lo que yo quiero/ para el hambre universal/ para la sed universal/ es apremiarla libre finalmente/ para que produzca de su intimidad cerrada/ la suculencia de los frutos”.

La mística –como se le conoce a la ceremonia en el argot de Vía Campesina– retomó plenamente la negritud, la iniciativa cultural elaborada contra el colonialismo francés, gracias a la cual intelectuales de África y América adquirieron conciencia de la validez y la originalidad de las culturas negroafricanas, de su valor estético y de su capacidad como pueblo para recuperar la identidad que la colonización le había quitado. “Soy de la raza de los que son oprimidos”, declaró Aimé.

En el primer discurso inaugural del acto, Ismael Ossemane, dirigente histórico de la Unión Nacional de Campesinos de Mozambique, explicó por qué el neoliberalismo es una nueva forma, más sofisticada, de colonialismo. Detalló cómo ha destruido las agriculturas campesinas y ha convertido a las familias rurales en dependientes de compañías agroalimentarias y países desarrollados. Negó que el modelo sea irreversible, como en el pasado lo decían del suyo “los colonialistas y sus lacayos”.

El coordinador general de Vía Campesina, el indonesio Henry Saragih, realizó un balance de los últimos cuatro años de luchas de su coalición. Dijo que el movimiento ha extendido su presencia mediante la formación, las movilizaciones pacíficas y la solidaridad de sus miembros. Reconoció que la fuerza y creatividad de las organizaciones latinoamericanas han sido inspiración para todos su integrantes. Advirtió que su propuesta de resolver la crisis agraria mediante la soberanía alimentaria ha ganado mucho terreno.

La inauguración mostró la estrecha relación que hay entre la lucha campesina, la cultura popular y la liberación nacional. ¿Hay algo tan imbricado con la cultura como lo están los alimentos y la forma en que se producen? Sin mencionarlo por su nombre, la ceremonia honró la visión política de quien dirigió la lucha contra del colonialismo portugués en lo que hoy es Guinea-Bissau: Amilcar Cabral, asesinado en 1973 en la antesala del triunfo de su causa, quien sostuvo: “nuestra cultura nueva, dentro o fuera de la escuela, tenemos que ponerla al servicio de nuestra resistencia”.

Con la memoria y el legado de Samora Michel, Aimé Césaire y Amilcar Cabral rondando en la apertura de la quinta conferencia de la Vía, este 18 de octubre en Maputo fue un día de muertos vivos.

 

Maputo, Mozambique, 19 de octubre. Día de poesía y negritud, de remembranza: de cómo del miedo se ha dado paso a la determinación de lucha, de cómo de la vergüenza se ha transitado a la autoestima honrosa. Día de invocar al viejo colonialismo y sus nuevas formas de expresión. Día en el que los fantasmas de Samora Machel, Aimé Césaire, y Amilcar Cabral se pasearon por Maputo. Día en que la quinta conferencia de Vía Campesina se inauguró formalmente, después de tres días de trabajo, con la presencia del presidente de Mozambique, Armando Emilio Guebuza.

El encuentro fue, también, el lugar para presenciar un cortés desencuentro entre el mandatario mozambiqueño y la organización internacional sobre la conveniencia de una nueva revolución verde en el campo de ese país. Mientras que el mandatario abogó por ella como un camino para conducir a los labriegos por la ruta de la agricultura comercial, los representantes de la Vía defendieron la soberanía alimentaria basada en la promoción de la agricultura campesina.

Un desencuentro explicable. El presidente Guebunza pertenece al Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) que dirigió la lucha armada contra el colonialismo portugués e intentó construir el socialismo y ahora gestiona un gobierno presionado por los organismos financieros multilaterales. Aunque desde el inicio de la República ese partido sigue en el poder, la experiencia emancipatoria fue cancelada con la caída del Muro de Berlín en 1989. Le sobreviven calles con el nombre de Karl Marx o Mao Tse Tung y la propiedad estatal de la tierra, defendida por los campesinos.

La inauguración fue, además, el escenario obligado para rememorar al primer presidente de Mozambique, Samor Machel, fallecido el 19 de octubre de 1986, cuando su avión se estrelló al regreso de un viaje a Zambia. Dirigente del Frelimo, formado en el marxismo, Machel condujo a su país en la ruta del poder popular y la economía planificada. El gobierno mozambiqueño de Joaquim Chissano acusó a Sudáfrica de ser responsable del magnicidio, pero el crimen jamás fue investigado. En el encuentro, el presidente Guebuza volvió a exigir el esclarecimiento de la verdad sobre esa muerte.

La reunión comenzó entre sonidos de marimba y tambores y cánticos entonados por un coro de 15 personas, en su mayoría mujeres. Colgadas en el techo del auditorio, 35 banderas nacionales y estandartes de las organizaciones campesinas cruzaban el auditorio.

Un enorme batik, de casi seis metros de alto y tres de ancho, fue colocado de espaldas al presidium, rodeado de varias cortinas de pequeños carrizos, similar a los capizayos oaxaqueños. En él se representa a un hombre y una mujer africanos con la espalda desnuda, agarrados de la mano, que sostienen con su brazo libre un mundo redondo, en el que aparecen los cinco continentes. Una manta anunció el lema del congreso: “Soberanía alimentaria, ahora con lucha y unidad de los pueblos”.

La reunión se dio tiempo para la música y la poesía. “Me siento muy orgulloso de ser africano/ mis antepasados todos nacieron aquí/ son hijos legítimos de un mundo real/ ¡Viva! ¡Viva mi reina África!”, entonó el coro a capela. Más adelante, ente tambores y bailes guerreros, un grupo de danzantes ataviados como guerreros cantó: “Yo soy cantor/ fui poesía”, mientras el narrador contaba la historia de África, la opresión colonial y la lucha por la independencia. Finalmente, un grupo de campesinos anunció su disposición a sembrar el mundo con las flores de la vida.

Se generó una atmósfera que parecía inspirada en el político y poeta, forjador de la negritud, Aimé Césaire, quien escribió: “… sabéis que no es por odio contra las otras razas/ que me obligo a ser cavador de esta única raza/ que lo que yo quiero/ para el hambre universal/ para la sed universal/ es apremiarla libre finalmente/ para que produzca de su intimidad cerrada/ la suculencia de los frutos”.

La mística –como se le conoce a la ceremonia en el argot de Vía Campesina– retomó plenamente la negritud, la iniciativa cultural elaborada contra el colonialismo francés, gracias a la cual intelectuales de África y América adquirieron conciencia de la validez y la originalidad de las culturas negroafricanas, de su valor estético y de su capacidad como pueblo para recuperar la identidad que la colonización le había quitado. “Soy de la raza de los que son oprimidos”, declaró Aimé.

En el primer discurso inaugural del acto, Ismael Ossemane, dirigente histórico de la Unión Nacional de Campesinos de Mozambique, explicó por qué el neoliberalismo es una nueva forma, más sofisticada, de colonialismo. Detalló cómo ha destruido las agriculturas campesinas y ha convertido a las familias rurales en dependientes de compañías agroalimentarias y países desarrollados. Negó que el modelo sea irreversible, como en el pasado lo decían del suyo “los colonialistas y sus lacayos”.

El coordinador general de Vía Campesina, el indonesio Henry Saragih, realizó un balance de los últimos cuatro años de luchas de su coalición. Dijo que el movimiento ha extendido su presencia mediante la formación, las movilizaciones pacíficas y la solidaridad de sus miembros. Reconoció que la fuerza y creatividad de las organizaciones latinoamericanas han sido inspiración para todos su integrantes. Advirtió que su propuesta de resolver la crisis agraria mediante la soberanía alimentaria ha ganado mucho terreno.

La inauguración mostró la estrecha relación que hay entre la lucha campesina, la cultura popular y la liberación nacional. ¿Hay algo tan imbricado con la cultura como lo están los alimentos y la forma en que se producen? Sin mencionarlo por su nombre, la ceremonia honró la visión política de quien dirigió la lucha contra del colonialismo portugués en lo que hoy es Guinea-Bissau: Amilcar Cabral, asesinado en 1973 en la antesala del triunfo de su causa, quien sostuvo: “nuestra cultura nueva, dentro o fuera de la escuela, tenemos que ponerla al servicio de nuestra resistencia”.

Con la memoria y el legado de Samora Michel, Aimé Césaire y Amilcar Cabral rondando en la apertura de la quinta conferencia de la Vía, este 18 de octubre en Maputo fue un día de muertos vivos.

Luis Hernández Navarro (Enviado), La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2008/10/20/index.php?section=mundo&article=037n1mun