La juventud campesina: por una vida digna en el campo
La renovación generacional de agricultores y la participación protagónica de la juventud en el movimiento campesino son aspectos clave para asegurar la soberanía alimentaria, con el desarrollo de la agroecología y la provisión de alimentos sanos para la población. Así lo ha entendido La Vía Campesina, que del 16 al 24 de julio, realizó su VII Conferencia Internacional, en Derio, País Vasco.
La Conferencia inició con la Asamblea de Jóvenes del campo que, durante un día y medio, reunió a un centenar de jóvenes campesinos y campesinas, procedentes de 47 países, quienes debatieron sobre temas como el acceso a la tierra, los derechos de migrantes, la agroecología y la relación entre jóvenes del campo y la ciudad.
Conversamos con tres participantes de la Asamblea sobre sus impresiones de la misma, provenientes de México, Canadá y el País Vasco. Si bien reconocen importantes diferencias en las condiciones de vida en el agro entre Norte y Sur del planeta, estos jóvenes campesinos y campesinas constatan que la juventud en todo el mundo comparte los mismos problemas de fondo, como la dificultad de acceso a la tierra y al crédito, la sobreexplotación de la juventud en el mercado laboral en general y su escaso acceso a la participación en los espacios de decisión.
Asimismo, en la Asamblea se identificó que estos problemas tienen las mismas causas de fondo: principalmente el control y poder que los gobiernos están cediendo a las grandes empresas transnacionales y el predominio de la agroindustria en casi todos los países, sea en los insumos, la producción misma o el mercado.
Retorno al campo
En los países desarrollados, un mínimo porcentaje de la población trabaja en el campo, a veces apenas el 1 o 2%, y su edad promedio oscila en torno a los 58 a 60 años, mientras que una mayoría de jóvenes de las comunidades rurales prefiere migrar a las ciudades en búsqueda de mejores condiciones de educación y trabajo.
En los países del Sur, si bien la población rural es proporcionalmente mayor, también se vive una fuerte migración de jóvenes a la ciudad, de modo que allí también se está envejeciendo la población campesina. Francisco Hamlet, joven agricultor mexicano, nos contó, por ejemplo, que las políticas gubernamentales de su país no han ayudado para que la agricultura sea productiva, ni para que los jóvenes quieran seguir en el campo, porque no les permite vivir de una manera digna: “han logrado denigrar a tal grado ser campesino, que ya los jóvenes prefieren salir a la ciudad y ser obreros, albañiles o tener otro oficio”, lamentó.
No obstante, desde hace algunos años se está produciendo un fenómeno nuevo: una nueva generación de jóvenes urbanos quiere volcarse a la agricultura, y en particular a la agroecología, que considera una alternativa a la alienación de la vida moderna, la depredación ambiental y la alimentación malsana. El principal obstáculo es el acceso a la tierra. En Europa y Norteamérica, particularmente, pero también en muchos países del Sur, el hecho que la tierra es considerada como cualquier mercancía de compra y venta, y no como un valor social, junto con el fenómeno de acaparamiento de las tierras por grandes empresas, hace que el precio suba muchas veces a niveles desproporcionales, fuera del alcance de una mayoría de jóvenes.
En Canadá, por ejemplo, como nos comentó Ayla Fenton, presidenta juvenil de la National Farmers’ Union (NFU – Unión Nacional de Agricultores), “hay muchos nuevos agricultores y agricultoras, jóvenes con un buen nivel de educación motivados por la justicia social y temas ambientales o políticos, que ven a la agricultura como una manera de desarrollar una carrera que contribuya al mundo que quieren ver, en lugar de seguir haciendo daño al mundo y a la sociedad”. Estos jóvenes agricultores optan, generalmente, por la venta directa de sus productos a los consumidores, cuya demanda ha aumentado gracias a un trabajo de concientización. Pero ello significa que las granjas necesitan estar cerca de las ciudades, que es donde el precio de las tierras es justamente el más alto. Es más, hay pocas oportunidades de crédito para tales iniciativas.
Una prioridad: la formación
Un problema relacionado es la pérdida del conocimiento tradicional y la necesidad de una formación en agroecología. Aner Mimenza Bilbatua, joven campesino del País Vasco, considera que “los poderes han estado luchando para romper una transmisión familiar de mayores a jóvenes, de la agricultura local. Esa información se ha ido perdiendo y hoy, los jóvenes que queremos acceder a trabajar la tierra no encontramos una sabiduría popular que nos instruya o que nos ayude a trabajar la tierra y a mantener los conocimientos que durante muchos siglos que se han ido elaborando”. Por ello la formación es una de las principales propuestas que los jóvenes plantean a la Vía Campesina (VC).
En la Declaración Final de la Asamblea, afirman justamente que: “Nuestra agroecología es una visión ideológica, una forma de vida y una fuente de conocimiento que proviene de nuestros ancestros. […] Hemos creado en nuestro movimiento varios procesos agroecológicos y escuelas que están creciendo en todo el mundo con una gran variedad de experiencias positivas. […] Nos proponemos expandir y defender nuestra metodología de formación en agroecología y colocarlo de manera tal que sea accesible a todo nuestro movimiento y en todo el mundo”.
Ser parte de este gran movimiento internacional, que agrupa alrededor de 200 millones de campesinos y campesinas, es un orgullo y un aliento para nuestros interlocutores. Desde hace más de una década LVC tomó la decisión de abrir un espacio específico para la juventud (esta es su IV Asamblea) e incluso ha adoptado el principio de que la juventud debe ocupar un tercio de los espacios en las distintas delegaciones y actividades de la organización, hecho que ellos ven como muy positivo.
Entre los retos que identifican, hacia delante, está la necesidad de impulsar una mayor articulación internacional: “Creo que hemos trabajado mucho los jóvenes de manera local, cada quien en su espacio, demostrando entre nosotros y a los demás que es posible; ahora lo que debe seguir es articular y demostrar que de manera global es posible también”, afirmó Francisco Hamlet.
Para Aner, un descubrimiento importante ha sido que, en vez que centrarse solo en una visión de futuro, “en esta Conferencia nos hemos dado cuenta que somos presente. Y eso nos da más fuerza, porque pasas de un hipotético futuro a una realidad presente… No tenemos que estar solo pensando en el qué vamos a hacer mañana o qué queremos construir, sino que lo tenemos que empezar a construir ya, y ese ahora es hoy”.
Para Francisco significa que necesitan “transformar la visión de lo que es ser campesino, dignificar el hecho de trabajar la tierra, y de esa manera, comenzar a reproducir las técnicas agroecológicas, la visión de comer alimentos sanos locales, y sobre todo dignificar el hecho de ser campesinos”.
O como concluye la Declaración: “Invertir en la juventud campesina ¡Sembrar presente para cosechar futuro!”
– Sally Burch es periodista de ALAI
Fuente: ALAI