Discurso de la Via Campesina a la 2 reunion del tratado de la FAO sobre la biodiversidad vegetale

Via Campesina, Comunicado En El Tirfaa, 29 De 0ctubre De 2007

Guy Kastler, Francia

Los campesinos no pueden mejorar su nivel de desarrollo sólo por medio de las semillas que obtienen de la industria y de los fertilizantes y pesticidas indispensables para cultivarlas. La gran mayoría de los campesinos del mundo practican la agricultura de subsistencia y no disponen de recursos financieros para adquirir ni los fertilizantes ni los pesticidas necesarios. Estos campesinos han introducido en la economía de mercado los productos agro-ecológicos o biológicos, para cuya producción no se utilizan los habituales productos químicos, ni OGMs. Para estos campesinos, lo que la gobernanza internacional ha bautizado como “recurso fitogenético”, es ante todo una semilla, la primera herramienta de trabajo después de la tierra.

Al utilizar en la siembra parte de las semillas producidas en el año anterior, los campesinos están permanentemente renovando la biodiversidad de los cultivos. El intercambio de semillas y la selección que de ellas hacen los campesinos también contribuyen a la diversificación de esta biodiversidad. Es decir, con ello no sólo aumentan el número de variedades, sino que también aumenta la diversidad dentro de cada variedad de cultivo, lo cual es indispensable para su adaptación a los diferentes tipos de terrenos, a los cambios del clima o a las modificaciones sanitarias que resultan de todo ello La comunidad internacional se ha unido, aunque muy recientemente, para preservar los recursos fitogenéticos fuera de su entorno, en bancos “ex situ”, que el TIRFAA apoya dentro del marco de su plan de acción mundial, mientras la conservación “on farm” se desatiende. Pero la vida nunca se ha preservado sin renovarse y diversificarse, propiciando así la adaptación a su propio entorno en perpetua evolución. Es la razón por la cual son numerosos los recursos fitogéneticos almacenados en bancos que podrían desaparecer por falta de medios económicos para cultivarlos con regularidad. Su integridad también está amenazada por la contaminación por OGMs que hoy afecta a los puntos de origen y diversificación y a las colecciones de los bancos.

El sector de las semillas industriales sí utiliza esos recursos para proponer nuevas semillas, pero las variedades que comercializan parten de las mismas variedades genéticas, que dependen de fertilizantes y pesticidas, y son incapaces de adaptarse a diversos tipos de terreno o a los cambios climáticos. Su vulnerabilidad frente a nuevas enfermedades y parásitos tiene a menudo consecuencias catastróficas, cuya gravedad se ve incrementada por el hecho de que, por exigencias de la economía de producción a gran escala, estas semillas son cultivadas sobre inmensas extensiones de terreno.

El TIRFAA ha dedicado uno de sus capítulos al “derecho del campesino” a conservar, resembrar, intercambiar y proteger sus semillas, y a participar en las decisiones políticas concernientes a la gestión de los recursos genéticos. Pero estos derechos se someten a las legislaciones nacionales, que no los respetan. Las leyes de protección de la propiedad intelectual (patentes y TOV) cuestionan el derecho del campesino a volver a sembrar parte de su cosecha. La obligación de registrar las variedades en catálogos con un coste y bajo criterios inabordables para los campesinos, les impide intercambiar sus semillas y por los tanto les restringe ese “fácil acceso” a los recursos fitogenéticos. El TOV no respeta el “consentimiento” y “la distribución de beneficios”, ya que permite la apropiación de una “variedad descubierta” sin que exista obligación de indicar su origen, y tampoco lo respeta el hecho de que una patente pueda camuflar la indicación de este origen en una sola línea perdida entre páginas de descripción. La contaminación genética a través de OGMs amenaza también la integridad y la supervivencia de las variedades campesinas y de los recursos genéticos preservados en las colecciones. Sin derecho para resembrar sus cosechas, sin derecho para intercambiar sus semillas, los campesinos no pueden conservar ni renovar sus variedades, que desaparecen poco a poco, lo que deja el campo libre a las industrias de la semilla y a aquellas explotaciones que tienen los medios técnicos y económicos necesarios para el cultivo.

En los países del norte, las variedades de los campesinos casi han desaparecido por completo de los campos hasta el punto de que los agricultores biológicos ya no encuentran semillas tradicionales adaptadas a su modo de cultivo.  Dado que estos agricultores tampoco pueden utilizar las semillas del mercado, demasiado estables y homogéneas para iniciar nuevas selecciones, emplean las pocas colecciones "ex situ" que aún existen. Sin embargo muchas de ellas son de acceso restringido, en contra del principio de “fácil acceso para los campesinos” que enuncia el TIRFAA. Y ese acceso se restringe, ya sea porque la descripción de las variedades disponibles no pasa de ser un código cifrado sin otra referencia, o porque se utiliza el pretexto de que se producen para el mercado y la ley no quiere reconocer que puedan utilizarse también para la conservación y la selección.

Si esta situación se generaliza en todo el mundo, podría tener consecuencias dramáticas para el futuro de la humanidad. En efecto, las selecciones industriales hacen evolucionar de forma espectacular las plantas fuera de su medio natural, donde luego ya no podrán adaptarse sin apoyos químicos cada vez mayores. La biotecnología moderna remplaza la multiplicación infinita de una única planta (lineal e híbrida) por la multiplicación de una única célula. Esta eliminación de toda diversidad dentro de una misma variedad de cultivo produce plantas cada vez menos adaptadas a los cambios, al contrario que las variedades de los campesinos que ofrecen un potencial de diversidad que se renueva en el campo con cada ciclo. El desarrollo sostenible hoy ya no puede pretender fundarse sobre los beneficios de las multinacionales de la semilla, ya que estas sólo existen porque las plantas cultivadas que comercializan son cada vez más efímeras e incapaces de reproducirse más allá de una o dos generaciones.

Esa es la razón por la que, no solamente por los campesinos a los que representamos, sino sobretodo por el futuro de la humanidad, esperamos que el TIRFAA haga que los países firmantes respeten los derechos que los campesinos tienen a conservar, resembrar, intercambiar y proteger sus semillas de la biopiratería y de las contaminaciones genéticas, y hagan respetar el acceso a los recursos de las colecciones públicas. Sólo entonces podremos garantizar la conservación y la renovación sostenibles de los recursos fitogenéticos asentada sobre las dos sólidas columnas de la conservación “ex situ” y de la gestión  dinámica “in situ” en campos de cultivo y jardines.

Agradecemos al órgano rector del TIRFAA su invitación a Vía Campesina para que exprese su opinión en esta reunión. Ante todo, aquí queremos subrayar que sin la participación real de los campesinos en la gestión y el control de los recursos genéticos en cada país y a escala de la gobernanza mundial, el TIRFAA será sólo un instrumento jurídico vacío en manos de las industrias y de los gobiernos, incapaz de frenar la erosión genética que se enraíza paulatinamente en nuestros campos y que amenaza el futuro de la agricultura. Por ello, querríamos que aquí se determinaran los modos en que se facilitaría la participación de las organizaciones de campesinos en los proyectos y en la actividad del órgano rector del TIRFAA.