Colombia: Declaración final III Asamblea Nacional del Coordinador Nacional Agrario C.N.A.
Con la alegría, la esperanza, la resistencia y la lucha que nos caracteriza, nosotros y nosotras campesinos y campesinas delegados y delegadas venidos desde el Catatumbo, Sur de Bolívar, Arauca, Antioquia, Cundinamarca, Bogotá, Tolima, Huila, Valle, Barrancabermeja, Cauca, Nariño, en compañía de invitados especiales llegados de organizaciones hermanas nacionales, indígenas, afrocolombianos como de organizaciones internacionales pertenecientes a Vía campesina- FENOCIN Ecuador, Red Europea de Hermandad y solidaridad con Colombia de Alemania e Inglaterra, periodistas de España y México, de la Red Agribusness Acountability Inicative del Salvador, estudiantes del C.N.A. delegados de la Universidad Bolivariana de Venezuela y de la Escuela Latinoamericana de Medicina ELAM – Venezuela, nos reunimos en la localidad de Bugalagrande, los días 21, 22 y 23 de febrero del año 2008, para realizar nuestra Tercera Asamblea Nacional. Al finalizar nuestro trabajo, regresamos a nuestras regiones preocupados por la situación de conflicto social y armado en el que las comunidades rurales indígenas, campesinos y afrocolombianos tenemos que vivir día a día, por las políticas gubernamentales y la tendenciosa incidencia de los medios masivos de información en la conducta política del pueblo Colombiano, pero también volvemos esperanzados y esperanzadas por el esfuerzo y las iniciativas y alternativas que desde las regiones venimos construyendo tanto para nosotros y nosotras, pobladores rurales, como para los habitantes urbanos y toda la población del país. Fraternalmente discutimos analizamos y definimos los elementos centrales de nuestra plataforma política como organización campesina y rural; adoptamos nuestros símbolos de identidad y convalidamos nuestra estructura organizativa, tomando un nuevo aire, que oxigena nuestro soñar, pensar y actuar.
En las conversaciones sostenidas y las experiencias compartidas, pudimos constatar como en la actualidad se hacen evidentes una serie de cambios sociales, políticos, económicos y culturales, promovidos desde las empresas multinacionales, los organismos financieros internacionales y los gobiernos llamados del primer mundo, adoptadas sumisamente por el gobierno colombiano, e implementadas mediante acuerdos de comercio internacional leyes y decretos nacionales, que benefician: A empresas voraces que buscan el agua, los bosques, el petróleo, el oro, nuestra biodiversidad y en general nuestro patrimonio ambiental. A Intereses mezquinos de gobernantes que a pesar de tener responsabilidades públicas, también tienen negocios privados, formulando políticas que terminan ayudando a sus negocios. En este sentido, las medidas de protección ambiental, por ejemplo, en materia de producción de combustibles o de protección sanitaria para el comercio de productos agrícolas, permiten a las empresas transnacionales ganar terreno, mientras la producción rural se va viendo afectada. Por ejemplo, el estancamiento de la industria automotriz como la dinámica mundial del petróleo han puesto sobre el tapete falsas políticas ambientales exigiendo la producción y consumo de agrocombustibles, lo cual en el caso de nuestro país, incidirá necesariamente en profundizar la concentración de la tierra afectando negativamente la producción, disposición y acceso de alimentos para la población nacional y el mercado interno. Procesos de investigación y financiación Estatal como de créditos internacionales y cooperación internacional para el desarrollo, favorecen e impulsan la siembra de Palma Aceitera, Caña de azúcar y otra serie de monocultivos y proyectos de infraestructura, que atentan contra el equilibrio ambiental y la relación vital de las comunidades rurales con el territorio, sumándose en consecuencias, a los efectos en el medio ambiente y la comunidad de los cultivos de uso ilícito.
Estas políticas, sumadas a la especialización en cultivos tropicales y la hegemonía de la agroindustria, la venta de servicios ambientales y la ambición del capital nacional e internacional se esta realizando en Colombia y América Latina, a través de grandes proyectos de inversión o megaproyectos de diversa índole: carreteras, puertos secos y multimodales, aeropuertos, antenas de comunicación y redes de energía eléctrica, exploraciones y explotaciones mineras como de hidrocarburos. Todo esto sin contar las prospecciones biológicas y los inventarios de flora y fauna, como de cuencas y acueductos veredales. Estas acciones se han sumado a problemas estructurales de carácter militar y político que en el marco de la guerra contra las drogas y el “combate al terrorismo” han dado como resultado la expulsión de campesinos y campesinas, comunidades negras e indígenas no sólo de sus parcelas de tierra, sino de sus territorios.
La voracidad de ahora como la de antes, pasan por encima de la gente a través de la violencia y la práctica del terror. Las visiones de las comunidades rurales sobre la vida y la dignidad, sobre la tierra y el territorio, la cultura y la producción, como del medio ambiente son contradictorias con la visión del gobierno y las empresas transnacionales impuestas mediante el ejercicio de la violencia.
Esta es nuestra realidad; es la realidad de Colombia, pero también la de América Latina. Así lo constata el testimonio entregado a esta Asamblea por los compañeros de algunos de los países que nos acompañaron. Pero además, lo confirman las distintas movilizaciones campesinas que se están realizando en el país y en e el mundo. A pesar de esto, las comunidades campesinas y rurales, persistimos en nuestras dinámicas sociales, políticas y culturales: fiestas, encuentros, escuelas de formación de agrosembradores, organizaciones de productores, de mujeres y muchas otras experiencias, siguen alimentando en medio de la guerra de los grupos paramilitares y la persecución estatal, su trabajo social y organizativo, aglutinados en diversas organizaciones regionales y nacionales. Continuamos alimentando los mercados locales y regionales, y seguimos persistiendo en nuestro quehacer, proyectando además nuestra visión sobre el mundo mediante la formulación de planes de vida y de desarrollo campesino. Ante esta situación y partiendo del trabajo acumulado por cada una de nuestras organizaciones a lo largo de los años, como de las experiencias que nos demuestran que no solo requerimos cambios estructurales, sino también profundos cambios en cada uno de nosotros y nosotras, decimos a las comunidades Rurales y Urbanas nacionales, como a los compañeros de organizaciones hermanas a nivel internacional que:
a. La defensa y promoción de la visión del mundo construida desde el campesinado como desde la población rural, no compete solamente al campesinado: involucra a toda la población nacional, en tanto en este espacio se entretejen una serie de factores ambientales, sociales, económicos y culturales, que afectan cosas como la disposición de alimento, la preservación del patrimonio ambiental, la concentración de la propiedad, las redes de comercio y procesamiento de alimentos, los patrones de consumo de la población, entre muchas otras cosas. Por esta razón, el problema del campesinado, es el problema de la nación, de los habitantes urbanos como de los pobladores rurales: indígenas afrodescendientes y campesinos.
b. Expresamos nuestra disposición de continuar adelante con nuestro camino en busca de la construcción de propuestas y acciones que nos permitan condiciones de vida digna, mediadas por la formulación del horizonte que nuestra propuesta política sintetiza.
c. Invitamos a las comunidades rurales y urbanas a conversar, nutrir y articular los planteamientos políticos sintetizados en los siguientes aspectos: Soberanía y seguridad alimentaria, Tierra y Territorio, Medio ambiente, Cultivos de uso ilícito, Desplazamiento, Solución Política al Conflicto Social y Armado, Vida digna y derechos Económicos, Sociales, Ambientales y Culturales.
d. Ratificamos nuestro compromiso con la construcción del movimiento campesino y rural, en unidad con los indígenas, afrocolombianos, pobladores urbanos y sectores sociales que luchamos por la defensa de nuestros derechos y que desde diversas dinámicas continuamos con el legado histórico de lucha social del campesinado, e invitamos al pueblo Colombiano y a las organizaciones sociales del sector Rural a vincularse activamente en la Campaña Nacional por la Seguridad y la soberanía alimentaria, la producción rural y la permanencia en el territorio.
e. Reconocemos que la lucha del campesinado, pasa necesariamente por trascender la visión que sobre el problema rural tenemos vinculando a esta noción, el problema del territorio, como el hermanamiento y la articulación con las otras organizaciones del sector rural, los pueblos indígenas y afrocolombianos. En virtud de esto, si bien la propiedad de la tierra como su redistribución en el marco de una visión campesinista del desarrollo sigue siendo una reivindicación, la voracidad del capital y las empresas transnacionales, como las políticas gubernamentales, nos han hecho entender que el problema es mucho más amplio: la disputa es por el Territorio, y nuestra lucha es por él.
f. Compartimos y respaldamos las diversas iniciativas que desde las organizaciones sociales reivindican la verdad la justicia y la reparación exigiendo garantías de no repetición.
g. Abogamos por una salida política y negociada al conflicto social y armado que vive Colombia.
h. Respaldamos los pueblos y gobiernos amigos que con dignidad y soberanía resisten en el mundo, como la hermana Republica Bolivariana de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba, Brasil, Argentina, Uruguay, a la digna resistencia que dan los pueblos e inmigrantes de Estados Unidos principalmente en la lucha contra el muro inhumano que están construyendo con Latinoamérica, a los luchadores contra el neoliberalismo, el imperialismo, la militarización y la guerra en el mundo.
i. Ratificamos nuestra consigna de lucha, solidaridad y unidad entre los pueblos colombianos americanos y del mundo.
Bugalagrande Valle del Cauca Colombia febrero 23 de 2008