Parte 8 | Delegación de La Vía Campesina visitó Palestina en diciembre de 2024: Apuntes de sus diarios

Del 8 al 18 de diciembre de 2024, una delegación de nueve campesinos viajó a Palestina, en Cisjordania. Todas sus organizaciones forman parte del movimiento campesino internacional La Vía Campesina, que también incluye a la organización palestina UAWC (Unión de Comités de Trabajo Agrícola). Durante muchos años, La Vía Campesina se ha solidarizado con los campesinos palestinos en su lucha contra la colonización, el acaparamiento de tierras y agua, y las numerosas violaciones de derechos humanos que sufren. Sin embargo, desde 2023, la magnitud de las masacres en Gaza y las intenciones abiertamente genocidas del gobierno israelí de extrema derecha han llevado a La Vía Campesina a intensificar su trabajo de solidaridad con los agricultores palestinos. Organizar una visita de la delegación a Cisjordania se convirtió así en una necesidad. Debido a los obstáculos impuestos por el Estado israelí para acceder a los territorios palestinos, todos los delegados eran europeos, procedentes del País Vasco, Galicia, Italia, Portugal, Irlanda y Francia. Fanny y Morgan somos pequeños agricultores, residentes en Ardèche y Bretaña, y miembros de la Confédération Paysanne. Los siguientes textos son nuestro diario de estos diez días, que cambiaron profundamente nuestras vidas y nuestra visión del mundo. [Acceda a todas las notas aquí].
Día 9 – Ramala – Morgan
El lunes por la mañana, de vuelta en Ramala, fuimos a reunirnos con una organización feminista, el WCLAC, y con una organización para la promoción de la democracia, el MIFTAH. Tahrir, la presidenta del MIFTAH, nos recibe alrededor de una gran mesa. Se presenta explicando que su nombre significa “Liberación” y nos cuenta que el MIFTAH fue creado en 1998 para promover la buena gobernanza, la democracia, la justicia social y la igualdad de género. Durante años, estas militantes han trabajado duramente en los procesos electorales, especialmente en 2006, para garantizar un alto nivel de participación de las mujeres. Cuenta que las elecciones estaban previstas para 2022, pero se cancelaron con el pretexto de que lxs palestinxs de Jerusalén no habrían podido participar debido a la oposición israelí. Según ella, la verdadera razón era que el Fatah temía una dura derrota electoral, porque muchos palestinxs están hartos de que la Autoridad Palestina no los proteja de lxs colonxs y del ejército israelí.

Desde entonces, y en respuesta al genocidio en Gaza, las actividades de la asociación se volvieron a centrar en las violencias contra las mujeres palestinas en el contexto de la guerra y de la ocupación. MIFTAH y WCLAC recogen testimonios de mujeres, sobre cómo logran sobrevivir a pesar de los desplazamientos forzosos, la falta de alimentos, los bombardeos constantes y la destrucción de las infraestructuras sanitarias. Las dos asociaciones realizan documentales cortos sobre las mujeres en Gaza y en Cisjordania que se pueden encontrar en el siguiente sitio web: http://www.miftah.org/CatIndex2020.cfm?CategoryID=40 y aquí: https://www.wclac.org/
Hay una gran pantalla en el muro de la sale de reunión. Una militante del WLAC nos presenta los videos, especialmente los de mujeres periodistas en Gaza (más de 26 han sido asesinadas desde octubre de 2023, de un total de 196 periodistas asesinadas) y sobre el uso de la violencia sexual como arma de guerra contra las mujeres palestinas. Las imágenes son insoportables. Tahrir explica que estas violencias sexuales no es obra de unos cuantos soldados retorcidos, sino que se trata de una política deliberada para intentar doblegar al pueblo palestino humillando a las mujeres. “Para ellos se trata de demostrar que controlan todo, nuestra casa, nuestras familias, nuestros cuerpos. Se trata de destruirnos por dentro, de rompernos mentalmente”.

MIFTAH recoge los testimonios de las mujeres que sufrieron estas violencias. Es difícil convencer a las mujeres para que hablen, porque a menudo se avergüenzan de lo que han sufrido y creen que los soldados israelíes nunca serán castigados por sus crímenes, por lo que no tiene sentido para ellas hablar. Según Tahrir, la magnitud de la violencia es mucho mayor de lo que la asociación es capaz de documentar. En la pantalla, sobre un fondo negro, aparecen textos de testimonios. “Nuestra casa fue asaltada por los israelíes. Los soldados dijeron a los hombres de nuestra familia que nos pegaran y que, si se negaban, los matarían a golpes. Luego nos desnudaron y tuvimos que caminar desnudas frente a los hombres. Después metieron a las mujeres en otra habitación de la casa e hicieron ruidos como si nos estuvieran violando, las mujeres soldados imitaban los gritos. Los soldados nos trataron de putas”.
MIFTAH también trabaja sobre las condiciones de detención de las prisioneras palestinas, que son objeto de insultos machistas, que no tienen ni el mínimo acceso para higienizarse o para obtener protección sanitaria cuando menstrúan y, en ocasiones, son violadas.
También han documentado violencias contra las mujeres en los puestos de control, incluidos numerosos casos de tocamientos durante los registros corporales.
Testimonio de R. M de Hebrón: “Intentaba salir por la puerta que permite abandonar el puesto de control. El soldado me gritó en árabe: “Ven a ver aquí”. Miré al soldado que estaba de pie justo debajo de las escaleras, donde las cámaras no podían filmarle. Se bajó los pantalones, sacó su pene y lo sostuvo en la mano, diciendo: “¿Qué te parece? ¿Te apetece algo así? Acércate”.
Estos malos tratos regulares tienen impactos indirectos nefastos en las niñas y las jóvenes, ya que los padres que temen por ellas a veces se niegan a dejarlas salir, las sacan demasiado pronto de la escuela o intentan casarlas jóvenes antes de que sean violadas. Las tensiones que se viven a diario, la falta de perspectivas de futuro y las estrechas condiciones de vida también repercuten en la violencia doméstica, y también en este caso son las mujeres las que más sufren.
Tahrir se calla y nos pregunta si tenemos preguntas o comentarios. Todxs permanecemos en silencio, abrumadxs por lo que acabamos de ver y oír. Tahrir sugiere que hagamos una pausa. Salgo a la terraza a tomar aire. Carlos se une a mí, llorando.
Unos minutos más tarde, pequeñas tazas de café pasan de mano en mano y se reanudan las conversaciones. Sana, una Sana diferente a la joven que nos acompaña desde el principio, nos cuenta su vida cotidiana. Tiene un hijo que lleva cinco años en la cárcel. Desde octubre de 2023, no se le permite visitarlo y no recibe noticias suyas. Está muy preocupada, porque ya antes las condiciones de detención eran muy duras: no había colchones para todos los presos, las duchas eran escasas, la comida era insuficiente y a veces se echaba a perder, y la atención médica era inexistente. Antes, una vez al mes, la Cruz Roja organizaba un viaje para que las familias -en realidad, sólo las mujeres- visitaran a los presos. Había que madrugar, porque el viaje empezaba a las 5 de la mañana. El viaje estaba lleno de paradas en los puestos de control y los registros eran interminables. Las mujeres llegaban a la prisión a eso de las 8 de la mañana. Allí eran revisadas de nuevo, y las soldados israelíes les hacían a menudo gestos inapropiados. La visita en sí sólo duraba 45 minutos, detrás de un cristal y con un teléfono para hablar: ni siquiera la oportunidad de besar a su hijo… A veces, al llegar, la administración de la prisión anunciaba que las visitas se habían cancelado y que había que volver más tarde. El viaje de vuelta también duraba horas. Las mujeres también se encargaban de encontrar ropa para los presos que respondiera a criterios complejos y cambiantes: sin cordones, de un color determinado, sin cremalleras, … Algunas familias fueron incluso castigadas por segunda vez con la destrucción de sus hogares: más de 500 casas han sido demolidas en Cisjordania en los últimos años en relación con el encarcelamiento de un miembro de la familia. Por el testimonio de Sana, a pesar de su pudor, comprendemos que las mujeres palestinas soportan una pesada carga: asegurar las visitas, tener que ganar dinero para el hogar cuando los hombres están en prisión, pagar al abogado, seguir asegurando la educación de los otros hijos, pasar horas en citas administrativas o para encontrar una cita médica para uno de los miembros de la familia, …
Tahrir retoma la palabra. Tahrir vuelve a tomar la palabra. Lamentó que la mayoría de las organizaciones feministas europeas se hayan negado a denunciar el genocidio y pretendan ser “neutrales” entre Israel y Palestina. Anunció que su asociación estaba considerando la posibilidad de reorientar sus alianzas hacia movimientos del Sur global que comprendan mejor y compartan las realidades de la opresión colonial y racista. Las militantes palestinas están hartas de las feministas europeas que sólo quieren trabajar con las “víctimas perfectas”. Explica: “Deberíamos luchar contra el machismo de los hombres árabes, pero no decir nada de lo que la situación de ocupación y apartheid nos hace sufrir como mujeres. No negamos que haya comportamientos sexistas o violentos entre los hombres palestinos, como en todas partes, pero ¡ojalá ése fuera el único problema! Los financiadores europeos están imponiendo restricciones para seguir apoyándonos: no debemos decir nada malo de los soldados y colonos israelíes, debemos dejar de hablar de los presos palestinos, debemos condenar la resistencia armada, debemos expresar nuestra esperanza en los Acuerdos de Oslo, debemos dirigir todas nuestras actividades contra la violencia doméstica, no debemos hablar del derecho al retorno de los refugiados, etc. ¡Ya hemos tenido bastante! ¡Estamos hartas! Ya no queremos conformarnos con lo que quieren lxs europeos”.
Tahrir prepara un viaje a Brasil para principios de 2025, me habla de su admiración por el Movimiento Sin Tierra (MST), que también forma parte de La Vía Campesina. Prometo que le pasaré contactos.
Nos decimos adiós. Salimos todXs en silencio y en el autobús de regreso hacia las oficinas de la UAWC persiste una atmósfera pesada.
Fanny
Después de una mañana que nos pesó mucho, fuimos a ver la cooperativa Alyaas en Safa, un pueblo no muy lejos de Ramala. Es el pueblo donde vive Sana, que nos lleva encantada.
Llegamos bajo el sol en medio de grandes invernaderos y terrazas sembradas donde crecen hortalizas. Adham y Malek nos dan la bienvenida. Forman parte de este colectivo, compuesto por jóvenes que han decidido volver a la tierra. Hay 8 miembros permanentes, pero de momento sólo Adham trabaja allí a tiempo completo. Esperan poder generar pronto dos ingresos. Empezaron cuando algunos aún eran estudiantes.



Safa no es un pueblo «agrícola», por lo que instalarse aquí supuso un verdadero reto. El primer paso fue encontrar tierras libres para poder empezar a plantar cereales y legumbres. Una cooperativa feminista ya establecida en el pueblo les ayudó. La tierra que utilizaron fue puesta a su disposición gratuitamente por lxs lugareños, y los ancianxs les dieron semillas. Hubo un gran intercambio cuando se establecieron aquí, y realmente cuentan con el apoyo de la población local.
Las ONG les han ayudado a comprar invernaderos y equipos de riego, donde cultivan hortalizas y plantas. Todos los productos son ecológicos, y lxs jóvenes leen mucho y se apasionan por todas las técnicas y conocimientos campesinxs respetuosos con el suelo y los organismos vivos. Intentan mantener los costes lo más bajos posible y producen sus propios fertilizantes y pesticidas naturales. Intentan producir pequeñas cantidades, pero con gran diversidad. Ofrecen una cesta completa a las familias de Safa y Ramala una vez a la semana, y han creado un grupo de Whatsapp para pedidos y entregas.
Intentan mantener sus precios lo más justos posible para que sus cestos sean lo más accesibles posible a las familias que no pueden permitírselos. Sus verduras suelen ser más baratas que las del mercado.
Tienen una relación muy estrecha con lxs consumidores y han conseguido crear una gran comunidad de voluntarios que se acercan los fines de semana para echar una mano, intercambiar ideas, aprender cosas nuevas… Son preciosos momentos intergeneracionales en los que se habla de política, filosofía, etc. También han aprovechado para crear un club de lectura filosófica. Es fácil comprender por qué la cooperativa eligió el nombre de Alyaas, que significa “el país de la desesperación” y procede de un poema de Nietzsche.
Habían trabajado mucho restaurando parcelas para plantar árboles frutales, pero desde el 7 de octubre la zona es demasiado peligrosa. Tuvieron que empezar de nuevo en otro lugar.
No hay muchos jóvenes motivados por la agricultura, porque para muchos de ellxs es demasiado trabajo para unos ingresos irrisorios. Para los miembros de la cooperativa, en cambio, es una necesidad para desarrollar cierta autonomía y hacer frente a la ocupación israelí y al desempleo inducido por la guerra. Y a pesar de los problemas de acceso a la tierra, al agua y al acaparamiento de tierras por los asentamientos, siguen motivados y llenos de ambición. Es un verdadero placer. La última visita de nuestra estadía, sobre todo después de esta mañana difícil, está llena de frescura y esperanza.
En medio de la discusión, oímos explosiones a lo lejos. Levanté la vista, pero mis compañerxs palestinxs seguían como si nada. Pregunté: “¿Qué es ese ruido?” Y entonces, sencillamente, me dicen que son misiles enviados por Yemen a Tel Aviv, que está a unas decenas de kilómetros. Misiles detenidos por la famosa Cúpula de hierro israelí. Aghsan añade: “A menudo nos devuelven los misiles en Cisjordania”. Y los intercambios se reanudan, imperturbables. Parece formar parte de su vida cotidiana, mientras yo no lo puedo creer.
Nos levantamos del muro de piedra en el que estábamos sentados para ir a hacer un recorrido por los invernaderos. El sol roza el horizonte y crea una luz suave a través de las lonas, nos sentimos bien.
Morgan los molesta suavemente porque, como todos lxs jóvenes horticultores, cometen errores. Las espinacas no se han separado y hay muchos agujeros en la hilera, por lo que la manguera de goteo debe tener bastantes agujeros obstruidos. Los frijoles están enrejados hasta arriba y necesitan una escalera de mano para cosecharlos…



Pero es un placer observarles, se dedican a su abono vegetal, que fermenta y apesta como es debido, a los árboles frutales que han plantado en los terraplenes para no desperdiciar ni un metro cuadrado, a las cubetas que recogen el agua de lluvia de los invernaderos… Es como estar con jóvenes horticultores de la Confédération paysanne, ¡nos sentimos parte de la familia!
Antes de volver a la ciudad, Sana quiere que nos detengamos en su casa, la de su tía, con la que vive desde que sus padres emigraron a Dubái.
Colocamos sillas en círculo en el patio, rodeado de árboles frutales y olivos. Sana nos trae un gran pastel de chocolate que horneó el día anterior. También habíamos hecho un alto en el camino para comprar unos pastelitos palestinos de pistacho. Una vez más, ¡nos damos un gusto! Una vez más, nos recibieron como reyes y reinas.
Desde el principio tuve una relación especial con Sana, porque terminó sus estudios en Francia el año pasado y habla francés con fluidez. Pasamos horas en el autobús una al lado de la otra, hablando, riendo y contándonos confidencias. Con mi inglés muy poco fluido para seguir todos los intercambios, ella me ayudó a informarme, a comprender mejor las situaciones, los problemas y el contexto. También hablamos mucho de nuestras vidas y prometimos volver a vernos muy pronto, cuando ella volviera a Francia.
Sentimos que se acerca la partida y, para mí siempre es muy complicado imaginar dejar a personas con las que acabo de vivir momentos preciosos e impactantes, y que se han convertido en personas “importantes” en tan poco tiempo…
Pero por el momento, disfrutamos de cada minuto juntxs, nos reímos, nos tomamos de las manos, nos decimos “habibi”, “habibti”. Nos imaginamos el próximo afiche de Fuad y sus divertidas damas “Los ángeles de Fuad”, en inglés, con Sana, Tamam y Aghsan como las súper heroínas que son. Es un juego por todos lados, y nos encanta.
Volvemos a Ramala y para celebrar la última noche en el apartamento, nos detenemos a comprar cerveza y vino. Esta tienda es el primer lugar de nuestra estadía que nos recuerda que pronto es Navidad, hay adornos en el frente. La señora que lo atiende es adorable, hablamos entre otras cosas de los exorbitantes impuestos que exige Israel y nos desea “Merry Christmas” cuando nos vayamos. Es más, Ollie no puede evitar comprar un sombrero rojo largo decorado con blanco y cantar un “ho ho ho” cuando sube al autobús.
Vamos a la UAWC para terminar la declaración final de la delegación en nombre de La Vía Campesina, un momento de estudio, pero imprescindible. Pier nos ha preparado una propuesta que sirve como una excelente base para los debates.
Una vez finalizada la declaración, se coloca sobre la mesa un nuevo pastel, esta vez con speculoos, para desearle el cumpleaños a Dora. ¿¡Así que nunca pararemos!?
Es el comienzo de las despedidas. Dora, Malu, Ollie, Kelo, Pier y Elisa se van mañana temprano para llegar a la frontera con Jordania y tomar el avión a Amman. Saludan cálidamente a Fuad con grandes abrazos. Regresamos al apartamento de los 3 ángeles.
Picamos las sobras (¡hay tantas!), abrimos algunas botellas, algunos empiezan a hacer sus maletas, otros intentan escribir las últimas notas tomadas en el día y transferir las fotos a la computadora de la UAWC. Antes de dejar Palestina, los teléfonos deben estar vacíos.
Como internet es muy lento, comenzamos a cantar canciones de amor y de revolución. Carlos comienza y nos sorprende con una canción de amor portuguesa, lxs compañeros de la Península Ibérica continúan con “l’Estaca” en catalán, “Una mattina” nos permite cantar todxs a una sola voz, intentamos con Morgan cantar “Dans les prisons de Nantes”, Kélo nos conmueve con una canción en castellano de la que no entiendo ni una palabra pero que me llega al corazón, me lanzo a cantar “Grand Jacques” y “la Quête” de Brel…
Es la última noche de este gran piso improvisado, y me doy cuenta de lo fácil y estupendo que ha sido compartir a diario esta increíble aventura con este grupo tan alegre al que no conocía hace 10 días. En momentos de vulnerabilidad, en momentos de risa, en momentos de miedo, tristeza y rabia, y cada vez nos hemos llenado de gratitud y admiración por las personas que hemos conocido. Nuestra diversidad nos ha permitido atravesar y transformar todas estas emociones en momentos de compartir, con toda sencillez y humildad. ¡Gracias, amigxs míos, por todo!
Última noche en Palestina. La voz del muecín ya no me acunará y, aunque me pesa marcharme, estoy deseando volver a la calma de mis montañas, lejos del rugido de los motores y de la vida nocturna de Ramala.
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