La lucha por la tierra en Brasil: 29 años después de la masacre de Eldorado do Carajás

Veintinueve años después, la tierra sigue siendo una herida abierta en la historia de Brasil.
Foto: Ana Olivia Godoy
Edson Bagnara
Desde sus orígenes, Brasil ha llevado la marca de la violencia y la concentración de tierras. El genocidio indígena, 400 años de esclavitud negra y la opresión de lxs pobres son características profundas de nuestra historia. Todos los intentos de liberación fueron brutalmente reprimidos, como en las masacres de Palmares, Canudos y Contestado. Estos episodios no fueron accidentes históricos, sino estrategias para mantener los privilegios de una élite colonizadora.
Esta estructura ha convertido a Brasil en uno de los países más desiguales del mundo, creando millones de personas marginadas, condenadas al hambre, la violencia y la exclusión. La concentración de la tierra y la mecanización elitista de la agricultura expulsaron a miles de campesinxs de sus territorios. La élite agraria nunca aceptó dividir la tierra ni implementar la reforma agraria, obligando a lxs trabajadores rurales a organizarse en movimientos que luchaban por un pedazo de tierra donde pudieran vivir con dignidad.
La lucha por la tierra siempre ha enfrentado una represión violenta. El 17 de abril de 1996, en la Masacre de Eldorado do Carajás (PA), campesinos del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, MST, marchaban por la reforma agraria cuando fueron rodeados y atacados por la Policía Militar, que utilizó armas de fuego contra los manifestantes. El resultado fue la muerte de 21 trabajadores rurales y cientos de heridxs. Años después, sólo 2 de los 155 agentes estatales involucrados en este crimen bárbaro fueron condenados. Incluso 29 años después de este triste episodio de la historia brasileña, la impunidad aún revela cómo la justicia protege a los poderosos y criminaliza a lxs pobres. El crimen conmocionó al mundo y transformó el 17 de abril en el Día Internacional de Lucha por la Tierra y el Día Nacional de Lucha por la Reforma Agraria.
Incluso frente a la violencia, el Movimiento siguió resistiendo, ocupando grandes propiedades, marchando y presionando por derechos. Y en esta Jornada de Lucha en Defensa de la Reforma Agraria de abril, no podía ser diferente. En abril de 2025, el Movimiento ya movilizó 30 acciones desarrolladas por activistas Sin Tierra de 14 estados y el Distrito Federal. En los primeros 10 días de la Jornada, masivas ocupaciones de tierras, negociaciones con organismos públicos y actos movilizaron a más de 10 mil familias en 28 municipios. Y hay mucho más por venir, para recordar la lucha de los mártires que cayeron para reclamar un pedazo de tierra para plantar y cosechar, como lo exige la Constitución.
Aún después de casi tres décadas, seguimos luchando porque todavía hay latifundios y pueblos sin tierra, y para enfrentar el modelo hegemónico en el campo dado por el agronegocio, que nos trae consecuencias devastadoras: degradación ambiental, expulsión de comunidades tradicionales y envenenamiento por agrotóxicos. Este modelo prioriza las ganancias de las grandes corporaciones en detrimento de la vida y la soberanía alimentaria del pueblo brasileño.
Mientras Brasil enfrenta una grave crisis alimentaria, con millones de personas pasando hambre, el agronegocio está destinando su producción (soja, maíz, ganado) a la exportación, en lugar de abastecer el mercado interno. El Estado subsidia este sistema con miles de millones de dólares en incentivos fiscales, mientras que la agricultura familiar –responsable de gran parte de los alimentos que llegan a las mesas de lxs brasileños– recibe un apoyo mínimo.
Hoy, 145 mil familias están acampadas en Brasil, 100 mil de las cuales están organizadas por el MST. De ellos, 65 mil llevan décadas esperando un trozo de tierra donde plantar y vivir. Son familias que resisten bajo lonas negras, sin acceso a políticas públicas, pero que siguen cultivando alimentos incluso sin apoyo del Estado.
La reforma agraria no es sólo una cuestión de distribución de tierras, sino un proyecto de justicia social, soberanía alimentaria y desarrollo sostenible. Democratizar el acceso a la tierra, fomentar la agroecología y garantizar los derechos de lxs trabajadores rurales son pasos esenciales para construir un país más justo.
Mientras persistan el latifundio y la violencia, la lucha por la tierra continuará. La resistencia de los Sin Tierra es la resistencia de todos los que creen en un Brasil donde la tierra cumpla su función social: alimentar al pueblo y garantizar una vida digna a quien la trabaja. La lucha por la tierra es resistencia por la reparación histórica, es lucha por la democracia, por la justicia social y por un país sin hambre. ¡Y el momento de hacerlo es ahora!
*Editado por Lays Furtado